Gaceta N° 167 - Comisión Nacional de los Derechos Humanos

Gaceta de la CNDH
Terrorismo y derecho de resistencia
Habiendo contemplado a grandes líneas el origen y desarrollo del terrorismo, y dejando planteadas
algunas precisiones sobre la naturaleza de este fenómeno, nos podemos ocupar ahora del tema de su
legitimidad. El derecho de resistencia a una autoridad injusta y represiva es un tema que ha ocupado a
la humanidad al menos desde el Medioevo. 48 Tomás de Aquino advierte que “un gobierno tiránico no
es justo, porque está dirigido no al bien común sino al bien particular del gobernante [por lo cual] no
hay sedición en alterar un gobierno de esta naturaleza” pero, añade, “a menos que el gobierno del
tirano sea tan gravemente alterado que sus súbditos sufran mayor daño de las consecuencias de la
alteración que del gobierno del tirano”. Y va más allá: “De hecho el tirano es el culpable de sedición,
ya es él quien fomenta la discordia y la sedición entre sus súbditos”. 49
Para Locke, si “el gobierno tiene como fin el bienestar de la humanidad ¿qué es mejor, que el pueblo
esté siempre expuesto a la ilimitada voluntad del tirano o que los gobernantes estén en ocasiones
sujetos a la oposición cuando su ejercicio del poder aumenta en forma exorbitante y se emplea para la
destrucción y no para la preservación de la propiedad y de la gente?” 50 Advirtiendo que “la fuerza sólo
puede oponerse al uso ilegal e injusto de la fuerza por parte del gobernante”, 51 mantiene que se puede
resistir a un rey cuando excede su autoridad y prerrogativas y utiliza su poder fuera de la ley. Ya que en
tal situación el monarca “se ha destronado a sí mismo y se ha puesto en estado de guerra con su pueblo
¿qué puede impedir al pueblo perseguir a aquel que no es rey, como se haría con cualquier otro hombre
que se haya puesto en estado de guerra con él?” 52
Locke considera que ese derecho de resistencia puede llegar incluso al regicidio, pues ya no ve al
monarca como tal sino como cualquier otro criminal, y en todo caso “castigarlo, tanto por haber provocado
la alteración de la paz como por los daños que pudiera haber causado”. 53 Rousseau es aún más
terminante: “El contrato de gobierno es tan completamente disuelto por el despotismo que el déspota
sólo puede continuar gobernando en tanto que sea el más fuerte; una vez que pueda ser expulsado no
tiene derecho a quejarse de la violencia. La insurrección popular que culmina con la muerte o deposición
de un Sultán es un acto tan legal como aquellos por los cuales él dispuso, el día anterior, de la vida y
fortuna de sus súbditos. Como el se mantuvo por la sola fuerza, es la fuerza sola que lo depone”. 54
48
Llama la atención que en la antigüedad no se haya abordado el tema del derecho a la resistencia. La preocupación por lo que ahora
denominamos “revoluciones” tiende a concentrarse más bien en sus causas, sus métodos y su prevención. Aristóteles declara que “la
causa más importante de todo impulso revolucionario es el deseo de igualdad, cuando los hombres piensan que son iguales a otros
que tienen más que ellos; o, también, el deseo de desigualdad y superioridad, cuando se consideran a sí mismos superiores piensan que
no tienen más o que tienen lo mismo que sus inferiores —pretensiones que pueden o no ser justas”. La política, libro V. Cabe advertir
que el libro V de La política ha sido traducido indebidamente como “La teoría de las revoluciones”, cuando en realidad Aristóteles
utiliza los términos µηταβολε o σταςις, de contenido mucho más amplio, ya que de manera general se refieren al cambio. De ahí que
hable, por ejemplo, de “revoluciones” que pueden ocurrir pacíficamente, por el azar, por la acumulación de cambios pequeños, etcétera.
49
Summa Theologica II-II, Questio XLII, Art. 2.
50
Segundo ensayo sobre el gobierno civil, Cap. XIX, Núm. 229.
51
Ibid., Cap. XVIII, Núm. 204.
52
Ibid., Cap. XIX, Núm. 239.
53
Ibid., Cap. XIX, Núm. 235.
54
Sobre el origen de la desigualdad, Segunda Parte, hacia el final.
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Gaceta 167
junio/2004