para descargar - Frente Popular Revolucionario, FPR - Oaxaca ...
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SAMUEL MÁYNEZ CHAMPION<br />
Según consta en actas, la primera<br />
visión de la luz que tuvo el músico<br />
Alejandro Meza León ocurrió en<br />
Mexicali, Baja California, en un soleado<br />
día de 1888, pero muy pocos años le<br />
dejó el destino <strong>para</strong> admirar con sus propios<br />
ojos el mar y la luminosidad de su terruño.<br />
La música fungiría como guía amorosa<br />
en el tránsito por los laberintos de su desventura.<br />
Pianista y artífice diligente de los<br />
sonidos, Meza León fue personaje principal<br />
de una tragedia de dimensiones épicas que<br />
es justo recordar en este año de 2010 que,<br />
ilusoriamente, debería conmemorar su 40<br />
aniversario luctuoso.<br />
Mas no hay de qué sorprenderse, ¿<strong>para</strong><br />
qué habríamos de honrar en esta fiebre de<br />
celebraciones la memoria de un hacedor de<br />
música culta cuya obra reposa en mohoso silencio,<br />
cuando no acabamos de entender cómo<br />
festejar los logros de una Independencia<br />
que nunca acabó de fraguarse y de una Revolución<br />
que estremeció, sólo en apariencia,<br />
la estratificación de la riqueza nacional ¿No<br />
somos moradores de una entelequia patria<br />
que bien podría insertarse en la metáfora de<br />
sociedad que describió José Saramago en su<br />
sobrecogedor Ensayo sobre la ceguera<br />
Recordemos que a través de la brutal<br />
alegoría de la convivencia que plasmó Saramago,<br />
se nos invita a aceptar la responsabilidad<br />
que implicaría vivir con los ojos abiertos<br />
en un mundo en el que se sobrevive<br />
haciéndose de la vista gorda ante las atrocidades<br />
y aberraciones que lo pueblan; y lo<br />
mismo podríamos decir con respecto a vivir<br />
con los oídos abiertos dentro de una urdimbre<br />
social tejida por sordos que sí oyen. Cómo<br />
negar que cada vez se nos vuelve más<br />
difícil conservar la salud auditiva, que es<br />
también salud mental, frente a la violencia<br />
acústica que se enseñorea en el entorno. Ya<br />
no basta con suspender vigilias ni enloquecer<br />
vacíos, la carroña acústica asfixia al aire<br />
y destempla el hábitat dejando inermes a<br />
quienes intentamos protestar.<br />
Pero no es momento de incidir en la angustia<br />
colectiva, sino de propiciar algún destello<br />
de esperanza. ¿No han existido músicos<br />
ciegos como el compatriota Meza León<br />
que sí consiguieron trasmutar sus penumbras<br />
exteriores en armoniosas celebraciones<br />
de vida ¿Por qué no prestarle oído a sus<br />
afanes <strong>para</strong> convertir nuestras propias tinieblas<br />
en talismanes contra el desasosiego...<br />
Le quedan pocos meses de vida y ahora<br />
sí le resulta imposible enfocar los ojos<br />
en el pentagrama. Siempre sufrió de debilidad<br />
visual, pero su voluntad fue tan férrea<br />
que traspuso obstáculos creando alteros<br />
de composiciones. A pesar de los riesgos,<br />
acepta someterse a las artes curativas de un<br />
cirujano inglés que promete devolverles la<br />
vista a sus víctimas. El bisturí de John Taylor<br />
Miradas<br />
interiores<br />
extirpa las cataratas y la visión se tarda en<br />
regresar, es más, no regresará nunca, salvo<br />
en las horas de agonía cuando una ráfaga<br />
de luz le atraviesa la conciencia. En su escritorio<br />
queda trunco su Arte de la fuga en<br />
cuyo frontispicio podemos leer una firma:<br />
Johann Sebastian Bach.<br />
En un carruaje pintado con miles de<br />
ojos, el charlatán Taylor abandona el reino<br />
de Sajonia por órdenes del rey, quien atestigua<br />
sus felonías. Interrumpe su previsto<br />
peregrinaje <strong>para</strong> regresar a su patria, donde<br />
no duda encontrar más incautos. Incidentalmente,<br />
otro músico sajón avecindado en<br />
Londres atraviesa por una acelerada pérdida<br />
de la visión. Se fija la fecha de la onerosa<br />
cirugía poco después del estreno de su<br />
oratorio Sansón, <strong>para</strong> el que toca a tientas<br />
el clave. Muchos se conmueven con el aria<br />
Total eclipse, no sun, no moon, all dark que<br />
entona el héroe bíblico después de que le<br />
arrancan los ojos, pues caen en la cuenta<br />
de la dolorosa proyección que se opera<br />
en escena. Para el músico no puede haber<br />
mayor desgracia que quedarse ciego, y se<br />
resiste a oír las voces de alarma con respecto<br />
a los embustes del médico. Taylor se<br />
yergue victorioso cobrando por su falta de<br />
escrúpulos, y Gëorg Friedrich Händel sobrevive<br />
el resto de su existencia en el eclipse<br />
total preanunciado en su oratorio.<br />
En su apellido, Marie Therese von Paradis<br />
lleva consigo ecos del <strong>para</strong>íso perdido<br />
de la infancia, edad en que pierde la vista.<br />
Eso no obsta <strong>para</strong> que descifre en su interior<br />
los jeroglíficos de la notación musical y<br />
domine el teclado. Sus dotes son evidentes,<br />
tanto, que contemporáneos como Salieri,<br />
Haydn y Mozart le escriben obras en las que<br />
luzca su musicalidad. Marie Therese es apta<br />
también componiendo; dispone <strong>para</strong> eso de<br />
una tabla especial diseñada por un científico<br />
amante de la música que intuye todo lo que<br />
se perdería si la joven no pudiera consignar<br />
su inspiración melódica. Gracias al artefacto,<br />
se conservan las notas de óperas, cantatas<br />
y obras de cámara del personaje con el<br />
infortunio triple de su época: mujer, ciega y,<br />
por si no fuera suficiente, compositora.<br />
El sujeto encorvado que concluye la<br />
partitura no imagina que le traerá fama universal.<br />
Apeló a sus frágiles recuerdos de los<br />
perfumados jardines de Aranjuez a donde su<br />
madre lo llevaba de paseo en carriola <strong>para</strong><br />
inspirarse. De la nada, una inclemente difteria<br />
le escaldó los ojos y de ahí en adelante<br />
tuvo que reconstruir el entorno a través del<br />
tacto y el oído. Además de su denodado<br />
entrenamiento auditivo aprendió con maestría<br />
el sistema Braile. Persisten los rasgueos<br />
de la guitarra sacudiéndolo por dentro, pues<br />
con ellos pudo rescatar esos años de infancia<br />
en los que el negro era uno más de los<br />
colores. Su nombre era Joaquín Rodrigo.<br />
De sus recuerdos de infante no queda<br />
mucho, acaso un rencor soterrado que no<br />
logra materializarse y el olor a madera de<br />
mezquite ardiendo. Ha optado por vivir en<br />
el presente y trata de evadir las huellas del<br />
pasado y las ensoñaciones del futuro. No<br />
siempre lo consigue, pues su mente lo acecha<br />
con imágenes de cómo podría haber<br />
sido su vida si su madre no lo hubiera dejado<br />
ciego mandándolo, posteriormente, a<br />
estudiar a la capital. De cualquier manera,<br />
acepta su desposeimiento y encara el paso<br />
de los días con sus gafas oscuras como distintivo.<br />
A veces reniega de haber nacido en<br />
la ciudad más septentrional de México, en el<br />
seno de un hogar ajado por las penurias.<br />
En la Escuela Nacional <strong>para</strong> Ciegos lo<br />
llaman respetuosamente profesor Meza,<br />
pero el respeto de los demás no es el motor<br />
de su existencia; aquello que enciende<br />
su llama vital es la música. Sobre sus alas<br />
ha compuesto piezas <strong>para</strong> piano, canciones,<br />
obras de cámara y sinfónicas e himnos,<br />
aunque debe valerse de amanuenses<br />
<strong>para</strong> la escritura de sus pensamientos<br />
musicales. Nadie inventó <strong>para</strong> él una tabla<br />
<strong>para</strong> componer y tampoco le enseñaron a<br />
plasmar sus melodías en el sistema Braile.<br />
Es parte de una realidad nacional a la que<br />
conjura con el alma enhiesta. En su composición<br />
más reciente, un Adagio religioso, 1<br />
intenta hacer las paces con un Dios ausente<br />
o, por lo menos, distraído. ¿Cómo pudo<br />
permitir que su madre confundiera los frascos<br />
de desinfectante oftálmico y de yodo<br />
<strong>para</strong> aplicarle con toda la inconsecuencia<br />
de su amor materno las gotas que habrían<br />
de condenarlo a la ceguera perpetua... <br />
1 Se invita a la audición del mismo, a través de la audioteca<br />
de proceso.com.mx. En ella se encuentra<br />
otra obra de Meza León llamada Danzas gitanas.<br />
1763 / 15 DE AGOSTO DE 2010 67