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Derechos humanos e impuestos - codhem

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72CODHEMellos -no principio- es el abuso yla explotación del hombre por elhombre, sin otra «razón» que lallamada «ley del más fuerte»;arbitrariedad, desde luego, queensucia a la ley al añadirle talcalificativo. Han sido milenios losque han transcurrido hasta ahorade una explotación tributaria queapenas comenzó a balbucear laidea juridicista de que puedaconstituirse como un derecho delEstado, por mucho que se ledisfrace bajo el título de impuestoo de contribución.Y si esto queda suficientementeclaro, lo menos a lo que debemosatrevernos es a suponer que de laarbitrariedad puedan desprenderseprincipios o que de la explotaciónhumana puedan aducirsederechos. Mientras al hombre sele explote en su persona, en sufamilia, en sus facultades, en suspropiedades, en sus derechos o ensus atributos, de todo podráhablarse en este mundo, menosde un derecho tributario, o fiscal,o administrativo, o cualquierotra denominación equivalenteinventada o por inventar,sencillamente porque tal supuesto«derecho» no lo es. Y 4,800 añosde historia, o, por lo menos,3,300 años de testimonioshistóricos documentados,ampliamente nos respaldan paracorroborarlo.III. EL IMPUESTOAhora bien, si después de 4,800años el tributo cambió de disfraz yse convirtió en impuesto, es porquese comenzaron a cocinar las ideasde que la vida en sociedad debíaajustarse a la normatividad de lasleyes, de que debía encomiarse lanoción del derecho, de que lademocracia implicaba darle unaconnotación de ciudadanoigualitario a todo habitante de lacomunidad, de que la necesidadde respetar un orden deconvivencias podría aseguraralguna clase de crecimientoeconómico, de que se vivía ensociedad merced a unconsentimiento tácito calificablecomo contrato social, de que la pazy el orden podrían permitir unaarmonización universal, etc., esdecir, que la riqueza de lasnaciones, el contrato social y elespíritu de las leyes, dichas así, nocomo títulos de las obras que yaconocemos, sólo podríanmanifestarse a plenitud cuandotodo aquello que implicara o quehubiera implicado en el pasadouna imagen de arbitrariedad, deexplotación, de abuso o deinjusticia, pudiese tamizarse bajoel cobijo de la ley, la necesidad dela economía y la demanda de lajusticia, con el fin de que todo lodemás pudiese marchar sintropiezos. Y es así, y no de otromodo, como nació la idea deenmascarar la arbitrariedad delviejo tributo, tan bárbaro y bestialcomo para no admitirlo en lanueva fiesta de sociedad,que se le disfrazó de impuesto,palabra que guarda resonanciasde aquella arbitrariedadpero que atenúa la imagen desubordinación tributaria otributante y parece recargar laculpa en el concepto de autoridadque ya más o menos se admitíacomo necesaria y hasta tolerablesiempre que a su vez seencubriera en la ley.El concepto de Estado contribuyótambién a ello. La necesidad detener un aparato gubernativo y desostenerlo, necesariamente implicóel comenzar a hablar del gastopúblico. No podría entenderse laexistencia de dicho aparatogubernativo si no contara con losrecursos para sostenerse y prestarlos servicios públicos -otro nuevoconcepto- que la propiaciudadanía demandara.Es por ello que llegaron comoanillo al dedo y en el momentojusto las tres tesis que cambiaronlas ideas sobre el tributo e hicierontolerable su permanencia bajo lamáscara del impuesto:A. Ya no podía concebirse la vidaen sociedad -y como por arte demagia todo el mundo se olvidó delos abusos padecidos en losmilenios anteriores- sino como uncontrato en el que todos nosvolvimos firmantes tácitos yaceptantes inevitables, aun cuandonunca lo hayamos visto, puesto quela convivencia así lo demandaba.El Contrato social de Rousseau erala respuesta adecuada paraperdonar el pasado infamante ysalvaje que padecieron nuestrosancestros, a cambio de gozarahora de un Estado de Derechoen el que se consintiera el impuestoa cambio de un poco más delibertad.B. No podía concebirse la riquezacolectiva si no se armonizara laarbitrariedad del tributo con lasnuevas demandas de mayorprioridad. Era necesario, pues, queya no fuese desproporcionado,incierto, incómodo yantieconómico, es decir, que habíaque limarle las asperezas que lehacían parecer bronco y absurdo,de tal forma que se consintiera enadmitirlo a cambio de la concesiónde algunas prebendas: que fueseproporcionado, que se supiese desu cuantía con anticipación, quese hiciera cómoda su cobertura y,por supuesto, que no despojararadicalmente de su patrimonio altributante. Adam Smith, con suRiqueza de las Naciones, permitióque la infamia se aceptara acambio de un poco más deprogreso.C. Y menos aún podría admitirseque la arbitrariedad medrara acampo abierto dejándole alNOVIEMBRE / DICIEMBRE 2003

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