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ESCRITOS REUNIDOS - Salta

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135lo previsible mientras que los medios de comunicación se encargaban de amplificar la realidadcon comentarios de todo tipo.Se daba cuenta del fenómeno de la peste, cuya amplitud no se podía precisar y cuyo origen,aunque conocido, no podía ser combatido ni prevenido pero que tenía, trágicamente, contenidosamenazadores.La ansiedad y hasta el pánico comenzó a llegar a las ciudades y los pueblos y por supuestollegaba a su colmo en la ciudad. Se pedían medidas radicales, se acusaba a las autoridades deindolencia, de falta de preparación para estas cuestiones, de ocultamiento de información, de noposeer remedios efectivos, de no tener vacunas por otra parte inexistentes…La realidad mostró, a poco andar, la fragilidad del ser humano y la muerte como certeza ydestino ineluctable para todos y cada uno de nosotros.Las primeras muertes por la epidemia llenaron los espíritus de signos desconcertantes; lasorpresa de los primeros días se transformó poco a poco en angustia, miedo y finalmente enpánico. Nadie había pensado nunca que algo así nos pudiera suceder.La crónica, como de costumbre, atareada en comentarios variopintos sobre politiqueríaintrascendente, asesinatos, amoríos y vida y milagros de bellas mujeres sobreexpuestas sustituyósus rutinas y se ocupó por entero y durante mucho tiempo, de hacer campaña sanitaria una vezque se percataron del peligro o que recibieran la orden precisa de hablar del tema.El tiempo vital comenzó a estropearse para todos y vivimos por bastante tiempo una situaciónde autoencierro y aislamiento forzoso tal como en las épocas de las grandes y célebres pestesmedioevales de la vieja Europa.Se preguntaban los doctores y les preguntaban a los doctores si la cosa era seria y siempre, nopor obstinación sino por desconocimiento, contestaban que no se sabía mucho del tema y quesin duda el tiempo diría la última palabra.La gente colmaba los hospitales y los hospitales no podían recibir y asistir a todos por eso sedecidió aceptar a los confirmados de la peste y rechazar a los sospechosos; muchos enfermosmurieron en sus casas, lugar ideal para este trance.Algunos comenzaron a hacer la suma de los casos; la suma resultó preocupante y provocóconsternación; en pocos días los enfermos se multiplicaron y los muertos también así, entonces,estuvimos seguros de que se trataba de una verdadera epidemia.Murieron cerca de cien millones de personas en la treintena de pestes que la historia haconocido en Europa y de peste parecida a la actual por el año 1918. Entre nosotros, una mañanalluviosa y destemplada de 1956, comenzaron a llegar a los hospitales niños afectados deparálisis infantil, o mejor dicho, de poliomielitis anterior aguda o Enfermedad de Heine-Médin.Cada tres o cuatro años aparecía la epidemia.La de 1943 fue tremenda, y la de 1956 peor todavía. Había pulmotores o respiradores mecánicoshasta en los pasillos de las salas de los hospitales y no alcanzaban para todos. El ruido de esos

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