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ESCRITOS REUNIDOS - Salta

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72unidad moral, más parecidos a factorías de logreros autóctonos o exóticos que a legiones desoñadores cuyo ideal parezca un arco tendido hacia un objetivo de dignificación común.La patria tiene intermitencias: su unidad moral desaparece en ciertas épocas de relajamiento,cuando se eclipsa todo afán de cultura y se enseñorean viles apetitos de mando y deenriquecimiento. El remedio contra esa crisis de chatura no está en el fetichismo del pasado,sino en la siembra del porvenir, concurriendo a crear un nuevo ambiente moral propicio a todaculminación de la virtud, del ingenio y del carácter.Cuando no hay patria no puede haber sentimiento colectivo de nacionalidad. Mientras un paísno es Patria, sus habitantes no constituyen una nación. Los tránsfugas de la moral, ajenos a lasociedad en que viven; los esclavos y los siervos tienen, apenas, un país natal. Sólo el hombredigno y libre puede tener una patria. Cuando los intereses venales se sobreponen al ideal, lapatria es explotada como una industria. La nación se abisma; los ciudadanos vuelven a lacondición de habitantes; la patria a la de país.Cuando las miserias morales asolan a un país, culpa es de todos los que por falta de cultura y deideal no han sabido amarlo como patria: de todos los que vivieron de ella sin trabajar para ella.La degeneración del sistema parlamentario y todas las formas adocenadas de parlamentarismoevita el control de las decisiones del ejecutivo. Antes, presumíase que para gobernar se requeríacierta ciencia y arte de aplicarla; la política puede degradarse y convertirse en profesión. En lospueblos sin ideales, los espíritus subalternos medran con torpes intrigas de antecámara. Nadiepiensa, donde todos lucran; nadie sueña, donde todos tragan. Lo que antes era signo de infamiao cobardía, tórnase título de astucia; lo que otrora mataba, ahora vivifica, como si hubiera unaaclimatación al ridículo; sombras envilecidas se levantan y parecen hombres; la improbidad sepavonea y ostenta, en vez de ser vergonzante y pudorosa. Las jornadas electorales conviértenseen burdos enjuagues de mercenarios o en pugilatos de aventureros. Su justificación está a cargode electores inocentes, que van a la parodia como a una fiesta. Hombres ilustres pueden servíctimas del voto: los partidos adornan sus listas con ciertos nombres respetados, sintiendo lanecesidad de parapetarse tras el blasón intelectual de algunos selectos. Cada facción forma unestado mayor que disculpa y justifica su pretensión de gobernar al país, encubriendo osadaspiraterías con el pretexto de sostener intereses de partidos. Las excepciones no son toleradas enhomenaje a las virtudes.Aparte de las excepciones, que existen en todas partes, la masa de "elegidos del pueblo" essubalterna, son personas tardas en sus acciones, molestos e inoportunos, vanidosos, deshonestosy serviles. Los primeros derrochan su fortuna por ascender al Parlamento. Ricos terratenientes opoderosos industriales pagan a peso de oro los votos coleccionados por agentes impúdicos;señorzuelos advenedizos abren sus alcancías para comprarse el único diploma accesible a sumentalidad amorfa; hombres enriquecidos aspiran a ser tutores de pueblos, sin más capital quesu constancia y sus millones.

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