10.07.2015 Views

ESCRITOS REUNIDOS - Salta

ESCRITOS REUNIDOS - Salta

ESCRITOS REUNIDOS - Salta

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

138todo el tiempo; sin confesarlo, sabíamos que las medidas que se habían impuesto no alcanzaríanpara vencer la epidemia; seguramente la peste cesaría por sí misma con el paso del tiempo; lasbarreras estaban puestas, a partir de ahí, había que cruzarse de brazos y esperar.En pocos días se llenaron las salas de los hospitales, las terapias intensivas, la salas de espera deguardias de emergencia y consultorios; los remedios no del todo eficaces fueron comprados agranel por el estado y distribuidos a lo largo y ancho de nuestro extenso país. Nuestra gentecomenzó a caminar sigilosamente por las calles, abatidos y silenciosos.La enfermedad debía ser denunciada obligatoriamente y los enfermos aislados de inmediato; laspersonas cercanas a los enfermos fueron sometidos a cuarentenas de seguridad para tratar deevitar que enfermasen o que contagiaran a su vez.La peste, nuestra epidemia, se convirtió poco a poco en asunto de todos; estábamos atrapados enla misma red e impedidos preventivamente de reunirnos y hasta comunicarnos en formapersonal y directa.La plaga, la peste, la epidemia, la enfermedad atravesaba el tiempo que transcurríainexorablemente sembrando dolor y muerte, tanto que todo esto ya se había convertido en unarutina; ya nadie creía en un fin rápido de la epidemia y hasta nuestros temores nos parecíaninfundados; la peste había suprimido los juicios de valor y se aceptaba todo como viniera, enbloque.La invasión brutal de la epidemia nos igualó a todos y nos solidarizó aún sin quererlo; en lasdisposiciones sanitarias no había lugar para negociar, obtener favores y privilegios, solicitarmedidas de excepción.Hace tiempo que nos habíamos acostumbrado a tener una vida activa más hacia fuera; laepidemia nos dejó casi ociosos, reducidos a dar vueltas restringidas entre nuestro trabajo ynuestras casas, presos de nuestros miedos y atrapados por nuestros recuerdos y nostalgias de losbuenos tiempos; teníamos la condición de prisioneros reducidos a nuestro pasado ya que elfuturo era incierto o inalcanzable; era un verdadero exilio interno, prisioneros y desterrados ennuestra propia patria con una memoria llena de añoranzas que ya no servían para nada.Podíamos entender con muchas dificultades lo que nos estaba sucediendo; el espectro denuestros miedos oscilaba entre nuestras preocupaciones personales, la postergación de laconcreción de nuestros intereses, el sentimiento de que nuestros hábitos y rutinas estabandesbaratados; nos invadía el nerviosismo y la irritación y, por sobre todo, tardamos mucho enaceptar la enfermedad; como de costumbre, externalizamos la culpa achacándole todo a “estepaís” y a sus gobernantes. La opinión pública se hizo cargo de la verdad a medida que elnúmero de muertos aumentaba.Nos recomendaban suprimir o acotar al máximo las pompas fúnebres, los velatorios y enterrar alos muertos presurosamente y a cajón cerrado; rapidez, eficiencia y mínimo de riesgo era laconsigna.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!