de los hacendados y comerciantes,es decir de quienes deberianprestar el consenso acualquier gobierno que aspiraraa la estabilidad, este no era elúnico y ni siquiera el mayor delos peligros. El otro fantasma delaño veinte, el de la plebe urbanainsubordinada, se había corporizadode algún modo desdela llegada al poder del' más eficazde sus caudillos, Manuel 00-rrego. Más allá de coincidenciascircunstanciales, creadas porla presencia de enemigos comunes,los hacendados y comerciantesnunca pudieronocultar su desconfianza por elgobernador, a quien hostilizaronmás o menos veladamentedesde la Sala de Representantes.No sólo rechazaban el belicismoa ultranza de Dorrego o laconducta, juzgada poco honestay algo aventurera, de algunosde sus colaboradores;desconfiaban sobre todo delpropio clima de exacerbaciónfacciosa que había creado eltriunfo del partido popular, porentonces ya llamado federal.La movilización de la plebeurbana era un fantasma viejo yconocido. Los incipientes signosde inquietud que comenzarona manifestarse en la campaña,en cambio, llenaron dezozobra a los h;1cendados. Tresaños de guerra, de requisas y delevas, habían creado el clima; eldetonante fue la vuelta del ejércitodel Brasi I y su decisión derecortar el poder de aquellas miliciasrurales en las que percibíanla existencia de un enemigopoderoso. Las hazañas de loscoroneles Rauch y Estomba,responsables del fusilamientode varios cabecillas y de muchosotros oficiales. termínaron pororiginar un espontáneo movimientode resistencia que primerose manifestó en pequeñaspartidas, en represalias aisladas,y luego en una vasta movilización.Son di¡:¡nas de leersecon atenclon las páqinas del BrJtishIPacket S , que registran semanaa semana la toma de concienciade la gravedad de estefenómeno por parte de los sectoresurbanos. Pese a que la mo-50vili7ación estaba dirigida contrasus enemigos nominales -losmilitares gobernantes- nadahabía en ella que pudiera agradara los hacendados, quienesveían con espanto cómo se insinuabaenla campaña porteña unproceso que mUCllO se asemejabaa la experiencia artiguistade veinte años atrás Aquellahabía acabado con la formidableriqueza ganadera del litoral;ésta al destruir el orden rural tanpacientemente elaborado y tancuídadosamente defendido,amenazaba otro tanto ydaba a lacrisis política una dimensiónmucho más grave y profunda.Debilitada Buenos Aires porsu crisis interna, su hegemonlade hecho sobre el resto del paísfue aún más severamente cuestionada.Nuevamente, como duranteel ciclo artiguista, los conflictosinterregionales adquirieronuna expresión política claray definida. Las provincias del interior,hasta entonces nucleadaspor Quiroga, cambiaron dedirección recibiendo la jefaturade'Paz sin mayores sobresaltos.Aunque se trataba de una unídadefímera, como lo demostraríael hecho fortuito que le pusofin, no por ello resultaba menosinquietante la presencia de esapotencial fuente de conflictos.Sobre todo, porque para enfrentara la Liga Unitaria. Buenos Airesdebió reque", la ayuda de'aliados dispuestos a cobrar susservicios, como se advirtio enroda la negociación previa a la'firma del Pacto Federal. Lasprovincias del litoral hicieron oírentonces sus reclamos conInesperado vigor y mantuvieronsu posición por varios años.Primero fue cuestionada toda lapolítica librecambista porteñapor la encencida prédica delgobernador Ferré, que sin embargono encontró eco para sucasi evangélica apelación entrelas provincias del interior, quedebieron haber sido sus aliadosnaturales. Más adelante, y procurandocapitalIZar una situaciónde preeminencia que sabiatransitoria, el gobernador santafeslnoEstanlslao López comenzóa insistir en la necesidadTodo es Historia <strong>122</strong>A 150 añosdel experimentounitarioJuan Manuel de Rosascontinuó las lineas básicas deldesarrollo socio-económico deBuenos Aires.
de dar al pals una organizacióninstitucional que, seguramente,habria de recortar la su premacíaporteña,El encargado de restaurar elorden de la provincia, de afianzarla unidad de los sectores dirigentesy, finalmente, de restableceren forma indiscutida lahegemonía porteña, fue JuanManuel de Rosas, Su indudableéxito en la dificil tarea le valió elapoyo unánime de su provinciay, también, el preciado título deRestaurador de las Leyes, Si enesa idea de restauración estabapresente la imagen de la últimaetapa de la Colonia, recordadacon nostalgia luego de la tormentarevolucionaria, no es menoscierto que tam blén lo estabanlos alÍas que siguieron a lacrisis de 1820, cuando la provi ncia inició lo que seria su caminodefinitivo, En ese sentido, debíaRosas retomar los objetivosprimitivos del partido del Orden,Sin embargo, a tal punto diferíanlas condiciónes de 1829 con lasde 1820, tan irreversibles eranciertos factores de la crisis, quelos medios utilizados para obtenerfines similares debieron serradicalmente distintos, Esta distinciónentre medios y finesquizá sea la que brinde la clavepara interpretar el problema dela contraposición o continuidadentre ambas experiencias,El talento político de Rosas semanifestó en el hallazgo de unafórmula política nueva para 'resolveruna situacíón que -repito-era caótica en la superficiepero nítida en sus aspectosesenCiales, El componenteprincipal del caos era la intensapolitización de los sectores popularesportelÍos, urbanos y rurales,que era juzgada como lamentablepor los terratenientesy el conjunto de sectores propietariosde Buenos Aires, Lo que'distinguió a Rosas de sus paresfue haber com prend ido el carácterirreversible de esta movilizacióny, superando el disgustoque le provocaba, haher descubiertolos mecanismos para encauzarla,canalizarla y ponerlaen definitiva, al servicIo del orden,Con rapidez Rosas enca'-"'. 4Z,_121jftbezó en 1829 la insu rgencia rural,en cuya iniciación no habíapartici pado, utilizándola paradestruir al sector unitario de laoficialidad militar. Igual talentodemostró por entonces al asumirla jefatura de los sectorespopulares urbanos -que se definíancomo federales- carentesde dirección luego del fusilamientode Oorrego, su muertefue sabiamente utilizada porquien, en las horas críticas, nohabía manifestado mayor celoen ayudar al extinto gobernador.Pero si un hombre tan constitutivamenteidentificado con elorden y el respeto de lajerarquiasocial, como era esencialmenteRosas estaba dispuesto a s'ercaudillo, nunca llegaría 'a serarrastrado por la masa o, siquiera,a convertirse en un demagogo,La efervescencia popular,si no'sofocada, fue cuidadosamenteencarri lada, En1833, cuando reapareció paraliquidar a los restos del unitarismoy, sobl2 todo, al ala federaldel ejército, todavía conservababuena parte de su iniciativay espontaneidad, como lo reconociera,admirativamente, EncarnaciónEzcurra en las cartasa su esposo, Años después, firmementeencuadradoS los elementosactivos en la Mazorca, elterror se limitaba a golpear disciplinadamenteallí donde el gobernadorquería golpear.Rosas no perdió nunca su carácterde jefe de partido triunfante,ganado por dos veces, en1829 y en 1833; se esforzó, inclusive,en conservarlo cuandolas circunstancias hubieranhecho posible la pacificación yel acuerdo, Nada más lejos,pues, del ideal de orden y administración-definidamente apolítico-de la época de la "feliz experiencia",La fuerza discrecionalque emanaba de esa situación,y que se agregaba a la propiadel jefe de Estado, fue utilizadacontra los agentes, reales opotenciales, del desorden, Enprimer lugar, contra la oficialidadmilitar, unitaria o federal,derrotada en 1829 y en 1833; distintosmedlos;dertamente, peroresultados comparables con los51
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