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Nº 122 - COMEGUS

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milicias de Buenos Aires,que iniciaron la revolución,debieron soportarpronto la reacciónde las provincias; lalarga inestabilidad politicasólo se superó en la'década del veinte, con elafianzamiento de los hacendadosporteños, De"revoluciones conlra elRio de la Plata" calificalynch a los movimientosdel Uruguay, Paraguay yel Alto Perú, destacandoel predominio de los interesesregionales,amenazados por la hegemoníadel puerto. EnChile, el movimientoemancipador no rebasóel control de la poderosaaristocracia terratenientedel valle central,pero su división facciosaprovocó, a la postre, lacaida de la Patria Vieja yla emancipación sólo seconsolidó con la intervenciónrioplatense. EnPerú, la poderosa oligarquíaterrateniente y mineratemia menos a losespañoles que a las masasindígenas, lo que determínóel carácter ambiguode todo el procesoemancipatorio. los liberaleseran apenas tibios. reformistas y sólo la intervenciónexterna -deSan Martín y Bolívuaseguróla consumaciónde una emancipación a laque los criollos se plegarontardiamente, luegode presenciar el derrumbedefinitivo del poderespañol.En Venezuela, el rasgodistintivo del proceso fuela violencia. Los gruposoligárquicos de Caracas-los mantuanos- se movieronpresionados porlos intereses monopolistasde los peninSUlarespero tenían un profundOtemor a los pardos, Suresistencia a ampliar lasbases sociales de la revoluciónlos condujo alfracaso, derrotados porhábiles jefes españolescomo Boves, capaces demovilizar contra la élite apardos y llaneros. la decisiónde Bolivar de incorporarlosfue lo queaseguró, en definitiva,su triunfo. Algo similarocurrió en Nueva Granada,donde además laélite criolla estuvo divididapor problemas dehegemonía regional. EnMéxico, finalmente, lafuerte expansión económicadel siglo XVIII consolidóa una poderosaélite hispanocriolla y generóviolentas tensionesen las zonas rurales,dominadas por la granhacienda, que estallaroncon violencia en 1810.los movimientos de baseindígena -encabezadospor Hidalgo y Morelosempujarona los criollosa un ferviente realismo.que sólo se quebrócuando en 1820 la metrópoli,gobernada entoncespor los liberales,pareció traicionar a susaliados.El balance final quelynch hace del cicloemancipatorio destaca elcontraste entre las esperanzasiniciales y lasconcreciones finales. Larevolución y la guerraforjaron y consolidaronun nuevo nacionalismopolítico que, sin embargo,aceptó con naturalidadla tutela económicade Gran Bretaña. Enlugar de la prosperidadque debía surgir de la libertadeconómica, la herenciade la guerra revolucionariafue una economíaprofundamenteherida y estancada, cuyamanifestación más expresivafueron las vastashaci endas improductivas.En la sociedad posrrevolucionaria,formalmenteigualitaria, era visiblela resistencia amodificar la situación denegros e indiOS; la élite,aunque renovada en sucomposición -a ella accedieronbuena parte delos jefes revolucionarios-se comportó enforma similar a la tradicional.En la politica, lalarga lucha entre conservadoresy liberales quese iniciaba, escondíaapenas la emergenciadel caudillismo militar,una fórmula social y politicadestinada a constituirseen uno de los rasgosmás característicosde América latina en elsiglo pasado.lynch revisó exhaustivamentetodo lo escritosobre la emancipación,como lo prueba el minucioso"ensayo bibliográfico"final, sin duda uninstrumento de inestimableutilidad paraquien quiera avanzar enestos estudios. Su obrademuestra que no siemprees necesario que elhistoriador descubra hechosnuevos o documentosdesconocidos paraaportar perspectivas renovadorasa la problemáticahistoriográfica.lynch integra equilibradamenteel análisis de losocioeconómico con eldel cambiante juego dela coyuntura política y, ala manera de los clásicosdel análisis históricosocial,deja un lugar parael talento creador del individuo.Protagonistaprincipal de su relato sonlos grupos criollos, queoscilan permanentementeentre la hostilidada los españOles y el temora indios y castas y sutesis central destaca elpoder de las fuerzas conservadorasy la perduraciónque en el nuevo ordenposrrevolucionariotuvieron muchos elementostradicionales. Pero sien la antitesis entre tradicióno revolución pareceinclinarse por laprimela alternativa, nodesatiende a la revoluciónque, de hecho y másallá de los designios dela é lite, provocó en la sociedadel propio procesoemancipatorio. Peroquizá lo que más sorprendaal lector sea el relatoágil, desprejuiciadoy hasta desenfadado,que lo lleva a proponerfórmulas aparentementeparadójicas y atratar como personas afiguras habitualmentepresentadas como estatuas.lynch, que no debecargar con el temor alanatema de las corporacioneshistóricas nacionales,nos presenta, porejemplO, a un Páez salvajey analfabeto, máspreocupado por el saqueoque por la politica,o a un Santander "faltode sentido del humor, yquisquilloso, que sentíagran interés por el dineroy con una veta de crueldadvengadora".P u e den, na tu r a l·mente, encontrarse lunare~en una obra tan ambiciosa:algunas imprecisionesen hechos y datos,fácilmente advertibiesen el caso argentino,y tambié n una excesivafidelidad a fuentesbibliográficas no siemprecompatibles entre si.Inclusive podrá descubrirseque algunos aportesmás recientes, mencionadosen el ensayo bibliográficoo en las notas,no parecen haber sidotenidos en cuenta en laredacción del texto. Finalmente,laversión castellanaabunda en anglicismos.Nada de esto,sin embargo, disminuyelos méritos de lo que, endefinitiva, es un gran libro.•81

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