En la influencia americana lo predominante es lo que me atrevería a llamar el espacio gnóstico,abierto, don<strong>de</strong> la inserción con el espíritu invasor se verifica a través <strong>de</strong> la inmediata comprensión<strong>de</strong> la mirada. Las formas congeladas <strong>de</strong>l barroco europeo, y toda proliferación expresa <strong>de</strong>un cuerpo dañado, <strong>de</strong>saparecen en América por ese espacio gnóstico, que conoce por su mismaamplitud <strong>de</strong> paisaje, por sus dones sobrantes. 8Es diciente que este argumento conclusivo, al que suce<strong>de</strong> la enunciación <strong>de</strong> lo americano,por contraste con Europa, como potencia afirmativa y regeneradora que, en su peculiarinterregno, “prefigura y añora”, esté precedido por un malicioso comentario <strong>de</strong> Hegel. Enlas páginas previas, Lezama se vuelve contra el <strong>de</strong>chado eminente <strong>de</strong> su filosofía, queriendojugarle una mala pasada por medio <strong>de</strong> una refutación alimentaria, como si la voracidad <strong>de</strong>llogos, sintomatizada paradójicamente por la manducación europea <strong>de</strong> las ricas carnes americanasque el mismo Hegel difama, fuese contradicha por la libre apetencia incorporativaque acá se <strong>de</strong>nota.Hablé <strong>de</strong> dos tópicos que apuntan a la condición histórica. Bajo el segundo se pue<strong>de</strong>n<strong>de</strong>scubrir mil rúbricas, y son nuestras, y las tenemos borrajeadas en la memoria, y a la vez,allí mismo, in<strong>de</strong>lebles. Las primeras <strong>de</strong> la fila, diría yo, son las que en el temblor <strong>de</strong> su trazo<strong>de</strong>latan la ira, la indignación, el malogro, el <strong>de</strong>sengaño. Cuando los signatarios afirman quelos pueblos latinoamericanos no tienen memoria, es porque han tenido que sufrir en carnepropia la prueba <strong>de</strong> esa verdad y han acabado en el <strong>de</strong>stierro, la ignominia o, llanamente, enel olvido. Pero no se crea que este tópico <strong>de</strong> la experiencia y la reflexión latinoamericanassolo incumbe a quienes arriesgaron su nombre, su fortuna o su nuda expectativa en las luchasiniciales <strong>de</strong> la emancipación y <strong>de</strong>l establecimiento <strong>de</strong> nuestras discutibles repúblicas: reinci<strong>de</strong>una y otra vez en los discursos, críticos o apologéticos, teóricos, literarios o políticos —si esque, en general, pue<strong>de</strong> sostenerse la diferencia <strong>de</strong> estos cuatro géneros entre nosotros—, yreinci<strong>de</strong> sin pausa <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la hora misma en que nos asomamos a la vida in<strong>de</strong>pendiente, paraabrir el expediente <strong>de</strong> un poscolonialismo que parece con<strong>de</strong>nado a permanecer inconcluso.Prueba <strong>de</strong> ello sería el síndrome fundacional que aqueja, no <strong>de</strong> tar<strong>de</strong> en tar<strong>de</strong> sino en matiné,vespertina y noche, a lí<strong>de</strong>res, camarillas, clubes, movimientos, clases y comunida<strong>de</strong>s enteras,movidas, <strong>de</strong>magógicamente o no, por un hambre insaciable <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntidad 9 . Y este apetito—signado, a diferencia <strong>de</strong>l otro que encarece Lezama, por la avi<strong>de</strong>z insatisfecha, pero quecon él forma la horquilla <strong>de</strong> dos modos <strong>de</strong> canibalismo— sería un estigma persistente en elintento <strong>de</strong> constituir <strong>de</strong>stino histórico entre nosotros.Pero la <strong>de</strong>smemoria es solo un aspecto <strong>de</strong> este segundo tópico; por otro costado suyo,curiosamente, empalma con las aseveraciones <strong>de</strong> Hegel. Y digo que es curioso, porque ciertos8 José Lezama Lima, La expresión americana, Santiago: Editorial Universitaria, 1969, pp. 120 y sigs.9 Para qué hablar <strong>de</strong> Chile, que bien podría presentar su candidatura a caso ejemplar. Aludiendosolo a lo reciente, aquí el precio <strong>de</strong> la introducción a la mo<strong>de</strong>rnidad sería la <strong>de</strong>rogación <strong>de</strong> todamemoria, la sanción <strong>de</strong>finitiva <strong>de</strong> esa amnesia atávica <strong>de</strong>nunciada <strong>de</strong> maneras tan diversas.La cifra <strong>de</strong> lo estético: Historia y categorías en el arte latinoamericanoPablo Oyarzún[55]
latinoamericanistas han acostumbrado proferir encendidos reclamos contra los arrestos <strong>de</strong>discriminación que, la verdad sea dicha, sin visos <strong>de</strong> titubeo ni <strong>de</strong> mesura ostentaba Hegel.Esos mismos i<strong>de</strong>ólogos explotan, sin embargo, la atribución <strong>de</strong> una promisoria juventud anuestros pueblos. Con ello se ha querido enfatizar el valor <strong>de</strong> expectativa y <strong>de</strong> promesa quetraen consigo: principio <strong>de</strong> raza nueva —o cósmica—, sangre y suelo para la renovación <strong>de</strong>la humanidad, ha llegado a <strong>de</strong>cirse. Este brioso albor se convierte, entonces, en una coartadapara la <strong>de</strong>smemoria. Si somos tan noveles, si apenas hemos ingresado a la historia, el pasadono pue<strong>de</strong> pesarnos tanto.Este doble y casi triple tópico, que apenas he bosquejado, nos <strong>de</strong>ja en un limbo incómodo.Tironeada <strong>de</strong> un lado y <strong>de</strong> otro, retenida en la prehistoria, púber o en edad <strong>de</strong>merecer, o, por su revés —que no <strong>de</strong>ja <strong>de</strong> acusarse—, escandalosamente violada y plagada<strong>de</strong> horrores, América, <strong>de</strong> país <strong>de</strong> la utopía, se nos vuelve, más bien, una magnitud ajena,un andurrial atópico.Por eso mismo, y más acá <strong>de</strong>l olvido crónico y <strong>de</strong> la auspiciosa mocedad, cierta experiencia<strong>de</strong> la memoria persiste para nosotros, y persiste, quizá, más po<strong>de</strong>rosamente que ningunaotra. Es la memoria traumática. La evocación que hago <strong>de</strong> este término no tiene <strong>de</strong>signioclínico. Recor<strong>de</strong>mos que trauma significa “herida”, “vulneración”. En su arco <strong>de</strong> sentidoestá la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> golpe. Y si, para buena parte <strong>de</strong> los pueblos <strong>de</strong> América Latina, esta palabratrae una carga tan inconfundible como atroz, tampoco la cito con esa intención primaria.Pienso, más bien, que el trauma cifra el ritmo <strong>de</strong> toda experiencia si es verdad que en elnúcleo <strong>de</strong> esta hallamos el evento <strong>de</strong> un golpe, como operación <strong>de</strong> un antes que constituye ala experiencia en su posibilidad misma, pero que esta no llega jamás a absorber en su ahora 10 .En un sentido temporal inmediato, trauma es aquello <strong>de</strong>l pasado que sigue pasando.Pero, por eso mismo, es lo que no acaba nunca <strong>de</strong> pertenecer al pasado. En esa medida, seresiste a toda integración memoriosa y, así, a todo trabajo <strong>de</strong> construcción <strong>de</strong> sí mismo. <strong>No</strong>tiene la sustancia empe<strong>de</strong>rnida <strong>de</strong>l pretérito, que ya solo se pue<strong>de</strong> evocar como ruina y cosaperdida —pero que, precisamente, pue<strong>de</strong> evocarse—, ni tampoco se entrega a la transformaciónen representación y sentido que opera el espíritu: esto último porque, ante todo, eltrauma no es expresivo ni expresable; es lo inexpresable como tal. (Y a mí seduce pensarque la explicación hegeliana <strong>de</strong>l recuerdo está hecha para asegurar que, al fin y al cabo,no haya trauma para el espíritu.) Curiosa, entonces, su situación: se sustrae a la memoria,y sin embargo está, insisto, como la sombra que escolta a todo recuerdo. Una manera <strong>de</strong><strong>de</strong>scribir esta paradójica relación suya con la memoria sería llamarlo lo inmemorial, comosi se tratara, precisamente, <strong>de</strong> otra memoria.10 Permítaseme remitir a mi ensayo “Experiencia y tiempo, traición y secreto”, en Nelly Richard(ed.), Políticas <strong>de</strong> la memoria, Santiago: Cuarto Propio, pp. 247-252. Des<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong> vista <strong>de</strong> loque arguyo arriba, cabría <strong>de</strong>cir que trauma es una <strong>de</strong> las nociones que da pábulo al pensamientocontemporáneo <strong>de</strong>l acontecimiento y —permítaseme agregar— al pensamiento <strong>de</strong> lo singular,<strong>de</strong> la singularidad <strong>de</strong> lo singular.[56] <strong>Ensayos</strong>. Historia y teoría <strong>de</strong>l arteDiciembre <strong>de</strong> 2009, <strong>No</strong>. 17
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