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Realidad y literatura en la Venezuela contemporánea<br />
y vista por dentro, pertenece nada menos que a Marx, al Marx de<br />
1844. De modo que, aunque parezca forzado, nos encontramos<br />
de nuevo con una especie de “inconsciente marxista” en Stefania,<br />
lo cual no tiene nada de raro ni de patológico (como podría<br />
suponer, valga el caso, un Juan Nuño) sino que se trata de eso que<br />
el detestado (por Nuño) Ortega llamaba “estar a la altura de los<br />
tiempos”. Pero volvamos al problema. Stefania cita a Rísquez: “Todo<br />
lo judeo-cristiano es reductivo, es signado (no simbolizado)” 100 . Eso,<br />
dicho en Una aproximación a la feminidad es sencillamente falso,<br />
porque si bien es cierto que la tradición judeo-cristiana ha “signado”<br />
(¡y también simbolizado!, no nos olvidemos de San Agustín o<br />
Santo Tomás, para no hablar de los poetas) a la mujer como “el<br />
demonio”, como materia de los dilectores mundi o los que aman el<br />
mundo, como dice Santo Tomás, no es menos cierto que entre los<br />
griegos también se trataba a las mujeres con un criterio “reductivo”.<br />
Sin ir más lejos: Diotima de Mantinea, mujer de Sócrates y su<br />
consejera particular en materia de ta erotika (o asuntos relativos<br />
a Eros), y que consagró a Sócrates como sophós ta erotika (o sabio<br />
en los asuntos relativos a Eros) antes de que lo hiciera Platón, era<br />
admitida en los symposia o banquetes (fea traducción, porque eso<br />
de “banquetes” es una cuestión de los monarcas franceses, con<br />
las banquettes donde se sentaban a comer opíparamente señoras<br />
y señores, y donde una vez cierta madame soltó eso que Petronio<br />
llama un strepitus obscenus, que es lo que los griegos llamaban<br />
pédos; y en oyendo el ruido o estrépito, el malicioso Voltaire, en<br />
vista de que la madame movió la silla o banqueta para disimular,<br />
le dijo al oído: Madame, cherchez vous la rime? o “Señora, ¿usted<br />
busca la rima?”); en fin, decía que Diotima era admitida en los<br />
symposia, o como se los quiera llamar, porque, “aunque mujer,<br />
tenía alma”, según dice Platón. Un diálogo de Platón comienza<br />
con estas palabras: “¿De dónde vienes, joven amigo? –Vengo,<br />
oh Sócrates, de una aburrida discusión sobre si las mujeres<br />
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100 Ibid.