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Ludovico Silva<br />
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poco la fogosidad desenfrenada y unamunesca del gran autor de<br />
Facundo, hasta el punto de llegar, casi sin quererlo, a coincidir con<br />
los puntos de vista de aquel desaforado defensor de la americanidad;<br />
bien sabía Bello que esa americanidad era un elemento<br />
fundamental para él mismo, como bien lo demostró en otro<br />
contexto, en su Gramática para uso de los americanos. Es un<br />
ejemplo ilustre de correspondencia entre realidad y literatura.<br />
El caso de Cecilio Acosta es parecido. Expulsado malamente de<br />
la Universidad de Caracas, Cecilio Acosta escribió una serie de<br />
ensayos en los que desenmascaraba, con la suavidad, la sensatez<br />
y la precisión que le eran característicos, toda la podredumbre<br />
que por entonces (como hoy) existía como una lepra secreta<br />
en nuestro mundo académico, tan ocultamente ensangrentado<br />
de política. Esto no le impidió ser una primera figura en la<br />
Academia de Bellas Letras, pero siempre a condición de no ceder<br />
un milímetro en su exigencia de honestidad intelectual. Libros<br />
ensayísticos suyos como el muy sabroso titulado Cosas sabidas<br />
y cosas por saberse (1856), demuestran su calidad de auténtico<br />
ensayista que, aunque enfrentado a una realidad dura y pedestre,<br />
sabe ironizar y decir las cosas tan suave y discretamente que más<br />
bien pareciera estar haciendo un elogio. Para ello emplea una<br />
prosa y un estilo que nadie ha caracterizado mejor que Mariano<br />
Picón Salas (otro gran ensayista del que hablaremos) en su libro<br />
Formación y proceso de la literatura venezolana:<br />
A pesar de su modestia, todo lo quiere ser: filólogo, crítico, literario,<br />
jurista, economista. Es un poco el tipo de escritor enciclopédico<br />
que necesita un pueblo nuevo y todavía informe, donde no se separan<br />
bien las profesiones y oficios literarios, donde los artículos de periódico<br />
suplen a los libros, y las cartas privadas a los ensayos; donde un discurso<br />
académico sintetiza a falta de otros textos u obras especializadas, un<br />
copioso panorama cultural. Pero se diferencia del mero enciclopedismo,<br />
del escritor puramente informativo, en la preocupación estética de<br />
su estilo. Hombre comedido, demasiado analista para militar en