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Realidad y literatura en la Venezuela contemporánea<br />
de casi todos los escritores venezolanos de este siglo XX, cosa que<br />
me resulta de un gran valor y me ahorra perder una cantidad de<br />
tiempo que haría falta emplear para hacer un catálogo toponímico<br />
que por lo demás ya está hecho con lujo de detalles por el mismo<br />
Liscano o por José Ramón Medina, en su obra Ochenta años de<br />
literatura venezolana (1980).<br />
Liscano es, como poeta y como ensayista, un escritor<br />
profundamente actual. Sus ensayos y tratados –que por cierto,<br />
a pesar de su carácter de “tratados” siguen siendo ensayísticos,<br />
por el modo de valorar o apreciar la obra de autores a veces tan<br />
poco significativos como yo mismo (y por eso no voy a decir mi<br />
nombre)– constituyen un constante y a veces irritante (para los<br />
buenos burgueses) tábano que taladra los problemas que más nos<br />
afectan como venezolanos, como americanos y como hombres<br />
del mundo presente, que según Liscano es un mundo cruelmente<br />
dividido y alienado, como ya lo había visto Marx, pero que<br />
asume en la actualidad el carácter peligroso de poder acabar de<br />
un solo bombazo con toda la humanidad. Esta mundialidad o<br />
mundanidad, que es lo que San Agustín entendía por mundus<br />
en el sentido de realizar en él mismo, en su vida y en su obra,<br />
una prodigiosa síntesis dialéctica del mundo antiguo griego y<br />
latino con el mundo de la revolución cristiana, es también eso<br />
que los alemanes, con su peculiar capacidad de inventar vocablos<br />
englobadores o totalizantes, llaman filosóficamente Weltlichkeit,<br />
que es lo mismo que mundanidad e incluso que mundialidad,<br />
aunque esta última palabra nos remita a un contexto que es<br />
propiamente contemporáneo, por aquello de que vivimos en un<br />
mundo donde todas las relaciones y comunicaciones humanas<br />
están perfectamente sincronizadas, de modo que asuntos<br />
tan terrestres como la guerra y la paz no pueden entender<br />
sino mediante una categoría casi metafísica que es la mundialidad,<br />
pues en efecto, la guerra y la paz, así como la desgastada<br />
y burguesa idea de “nación”, no pueden entenderse hoy sino<br />
como asuntos mundiales, que nos conciernen a todos, incluso<br />
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