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Ludovico Silva<br />
[ 44 ]<br />
Simón Rodríguez, quien siempre fue un maestro para Bolívar,<br />
tiene todo el derecho intelectual y moral para seguir siendo todavía<br />
hoy nuestro principal maestro, en lo que se refiere al ideal de la<br />
América nueva, republicana, dotada de individuos bien formados<br />
física y culturalmente, capaces de elevar nuestros países al rango<br />
y la dignidad de protagonistas históricos. También él tuvo una<br />
formación europea sumamente vasta. No solo vivió muchos años en<br />
distintas partes de Europa –sobre todo, en Inglaterra, como también<br />
fue el caso de Andrés Bello–, sino que aprendió varias lenguas vivas<br />
y muertas, se nutrió de toda la cultura occidental y no contento<br />
con haber despertado en su genial discípulo el ideal del Nuevo<br />
Mundo unido política y culturalmente con individuos realmente<br />
capaces y bien formados, regresó a América y escribió una serie<br />
de ensayos en los que por primera vez se diseña con precisión<br />
el sentido que debe tener nuestra educación para lograr formar<br />
hombres capaces y republicanos. Sus ensayos están escritos de una<br />
forma tan curiosa y extravagante como la que, según se cuenta de un<br />
modo más o menos legendario, asumía en sus lecciones magistrales<br />
sobre temas tales como la anatomía, allá en la recién creada Bolivia;<br />
se cuenta, no sé si con exactitud histórica, que el maestro se desnudaba<br />
delante de sus asombrados alumnos para mostrarles in situ las<br />
partes anatómicas del cuerpo humano. En todo caso, su manera<br />
de escribir era ciertamente extravagante y genial. Empleaba frases<br />
cortas, sentencias que recuerdan el fragmentado estilo de los<br />
libros de Stendhal, sobre todo el delicioso libro Del amor, donde el<br />
autor de La cartuja de Parma decía: Je veux paraitre sec, “quiero<br />
parecer seco”, de acuerdo a su irónica idea de que la lectura del<br />
Código Civil napoleónico era el mejor modelo de escritura que<br />
podía tener un escritor de su tiempo. Simón Rodríguez emplea<br />
frases cortantes, secas y directas: “No puede haber una República<br />
sin hombres que no sean republicanos” 43 tomada de La cartuja<br />
43 Simón Rodríguez, La educación republicana, Obras completas (Tomo I), Ediciones<br />
del Congreso de la República, Caracas: 1988, p. 247.