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VIOLENCIA?

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64 | ¿Consumimos violencia?<br />

MARCO TEÓRICO 02<br />

y social de la feminidad y de la masculinidad y en el ejercicio de violencias machistas,<br />

por el lugar central que ocupa en la sociedad de consumo actual como<br />

herramienta indispensable para que consumidoras y consumidores compren<br />

determinados productos y servicios.<br />

Desde una perspectiva histórica, podemos afirmar que una de las primeras<br />

estrategias de la publicidad para ejercer violencias machistas es el mantenimiento<br />

de los roles de género, es decir, del conjunto de papeles y expectativas<br />

que socialmente se adjudican a hombres y mujeres, y que han relegado<br />

a las mujeres al ámbito privado-reproductivo, y a los hombres al ámbito público-productivo,<br />

apoyando de esta manera la división sexual del trabajo y la<br />

subordinación histórica de las mujeres. Los diversos modelos de representar a<br />

mujeres y a hombres en la publicidad, lejos de contrarrestarlos, alimentan de<br />

manera desproporcionada los estereotipos de género existentes en cada época<br />

y contexto 43 . A este nivel queremos destacar algunas cuestiones relevantes:<br />

èè<br />

Actualmente, a pesar de que las mujeres se encuentren cada vez más<br />

incorporadas en el ámbito productivo, desde la publicidad se sigue lanzando<br />

el mensaje de que son ellas las máximas responsables de los cuidados<br />

y del hogar. Es decir, se sigue perpetuando el rol de madre y esposa,<br />

sin impulsar la difusión de mensajes más igualitarios y que integren un<br />

enfoque de corresponsabilidad entre ambos sexos. Todo ello tiene un impacto<br />

claro en la vida de las mujeres al obligarlas a cumplir con la doble<br />

o triple jornada, hecho que además de limitar sus momentos de ocio, influye<br />

en su calidad de vida en términos de bienestar emocional y físico<br />

(cansancio, estrés, sentimiento de culpabilidad ante la imposibilidad de<br />

abarcarlo “todo”, etc.)<br />

èè<br />

Además, estos discursos publicitarios suelen proponer modelos de conductas<br />

de éxito social y laboral válidos para los hombres, “a la medida de<br />

los hombres”. Es decir, las mujeres que quieren tener éxito en el ámbito<br />

público se ven obligadas a cumplir con características “típicamente”<br />

masculinas, como son la agresividad, la competitividad, etc. Todo ello,<br />

además de desvalorizar el universo femenino, oculta los obstáculos que<br />

las mujeres han tenido que superar para acceder a profesiones “exitosas”<br />

(generalmente masculinizadas) y las dificultades de mantenerse en<br />

el puesto adquirido en un contexto marcado por formas de hacer y relaciones<br />

de poder masculinas.<br />

è è Por otra parte, se suele presentar a las mujeres en el ámbito público<br />

como profesionales de la educación, salud, intervención social y similares.<br />

Por su lado, a los hombres se les presenta como ejecutivos de empresas,<br />

hombres de negocio, etc. Incluso en el mismo ámbito o sector, las<br />

mujeres suelen aparecer en posiciones de subalternidad con respecto a<br />

43. Un repaso histórico de las imágenes<br />

de las mujeres y de los hombres en<br />

la publicidad nos muestra que estas<br />

representaciones se basan en estructuras<br />

de carácter androcéntricas y<br />

patriarcales adaptadas al contexto<br />

cultural, económico y social de cada<br />

época. Así, en los años 40, por ejemplo,<br />

el consumo se dirigía principalmente<br />

a las mujeres, pues ellas eran las que<br />

se encargaban de sostener la vida a<br />

través del desempeño de las tareas reproductivas<br />

y del hogar, así que también<br />

la publicidad de muchos de los<br />

productos de consumo estaba dirigida<br />

a ellas, las cuáles, a través de estas<br />

compras, podían llegar a ostentar el<br />

poder económico de sus maridos. En<br />

la década de los años 60, las mujeres<br />

empiezan a introducirse en el mercado<br />

laboral de forma más consistente y es<br />

entonces cuando desde la publicidad<br />

se comienza a presentar un modelo de<br />

feminidad basado en la independencia<br />

económica (“la mujer ejecutiva”),<br />

en el culto al cuerpo y en la seducción<br />

(“top model”)

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