La sirena varada: Año 1, Número 3
El tercer número de La sirena varada: Revista literaria bimestral
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Estiró su mano para tomar la botella<br />
de whisky. Llevaba meses sin ser degustada.<br />
En el momento en que se volcó las<br />
primeras gotas en un vaso, una sensación<br />
helada lo golpeó, esas que se experimentan<br />
cuando se recuerda algo que<br />
la mente ya había resignado, el baúl.<br />
Como pudo ser tan estúpido, no revisar<br />
algo tan elemental como el único<br />
rincón del automóvil que no se encuentra<br />
a simple vista.<br />
Armado con una palanca que tomó del<br />
garaje, salió a paso veloz hacia el álamo,<br />
ahora fusionado con su alguna vez inmaculado<br />
Ford Falcon. Enganchó la palanca<br />
en la grieta inferior del baúl.<br />
Juraría que sintió un jadeo dentro, comenzó<br />
a tirar.<br />
No fue necesario mucho esfuerzo la<br />
misma cedió inmediatamente, la oscuridad<br />
fue absoluta esta vez. Otro escandaloso<br />
trueno dijo presente en la fría noche,<br />
este mucho más cercano. Sintió que el<br />
rayo lo golpeo directamente, su cabeza<br />
casi explota. Esta vez el chasquido de dedos<br />
del psiquiatra lo despertó.<br />
Se encontraba en el diván de cuero<br />
marrón, acompañado de dos oficiales de<br />
policía y un hombre corpulento vestido<br />
de traje sentado frente a él. Otra vez la<br />
hipnosis termino en la valija, y ya no habría<br />
otra historia. Esta era su última oportunidad<br />
de recordar, última sesión previa<br />
a su cita con la silla eléctrica. Pasaría a<br />
otro plano, y la muerte de su hija, continuaría<br />
siendo un misterio.<br />
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