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EL-COSMOS-DE-BORGES

García Márquez habría hecho un comentario sobre la obra de Borges: Era “uno de los autores que más leía y que menos le gustaba”; añadía que, “a pesar de haber enseñado a generaciones el arte de pulir la palabra” lo consideraba vacío y escritor de evasiones. La afirmación convocó mi curiosidad. Acudí a las “Obras Completas” para revisarlas sobre la base del repaso que había efectuado, una vez más, de la Historia de la Filosofía, sólo así tendría una prueba que me permitiría establecer si Borges, uno de mis escritores favoritos, escribía para los agujeros negros. Para llevar a cabo esta verificación probé su consistencia usando como indicador los principios del Materialismo Dialéctico. Era una época ávida de revisiones, en la que aún me consideraba el depositario del destino del proletariado y con él, de la humanidad Cuando evoco la decisión de someter a Borges a una prueba de consistencia a través de la Dialéctica, me sorprende su fuerza intuitiva. Allí identifiqué al gran picapedrero de la filosofía y escribí estos ensayos en una primera edición, la que no fue muy conocida; espero que ahora sea leída con la emoción con que ha sido escrita.

García Márquez habría hecho un comentario sobre la obra de Borges: Era “uno de los autores que más leía y que menos le gustaba”; añadía que, “a pesar de haber enseñado a generaciones el arte de pulir la palabra” lo consideraba vacío y escritor de evasiones. La afirmación convocó mi curiosidad. Acudí a las “Obras Completas” para revisarlas sobre la base del repaso que había efectuado, una vez más, de la Historia de la Filosofía, sólo así tendría una prueba que me permitiría establecer si Borges, uno de mis escritores favoritos, escribía para los agujeros negros. Para llevar a cabo esta verificación probé su consistencia usando como indicador los principios del Materialismo Dialéctico. Era una época ávida de revisiones, en la que aún me consideraba el depositario del destino del proletariado y con él, de la humanidad
Cuando evoco la decisión de someter a Borges a una prueba de consistencia a través de la Dialéctica, me sorprende su fuerza intuitiva. Allí identifiqué al gran picapedrero de la filosofía y escribí estos ensayos en una primera edición, la que no fue muy conocida; espero que ahora sea leída con la emoción con que ha sido escrita.

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En “Historia de los ecos de un nombre”, luego de efectuar un recorrido<br />

por el secreto del nombre en lugares varios de la historia, Borges<br />

dice<br />

Schopenhauer sabía muy bien que ser un pensador es tan ilusorio<br />

como ser un enfermo; que él era otra cosa, profundamente. Otra cosa:<br />

la voluntad<br />

En el relato “Guayaquil”, comentando el encuentro entre San Martín<br />

y Bolívar, el erudito Zimmerman confiesa:<br />

Si uno se impuso, fue por su mayor voluntad, no por juegos dialécticos.<br />

Como usted ve, no he olvidado a mi Schopenhauer<br />

Tal vez podría entreverse en este párrafo la versatilidad que Borges<br />

cree encontrar en la voluntad schopenhaueriana<br />

al transformarla de filosófica en psicológica<br />

para ponerla en boca del erudito Zimmerman<br />

En “Evaristo Carriego”, el tener coraje, luchar, matar y hasta procrear<br />

son manifestaciones del mismo impulso voluntario<br />

*<br />

Ahora propongo una una digresión, que es el remedio necesario para<br />

combatir la exigente disciplina de lo simétrico<br />

Me gustaría presentar una pequeña muestra de cómo escribí la primera<br />

edición de esta obra<br />

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