19.07.2018 Views

De profundis - Oscar Wilde

«La tragedia de mi vida» es la forma en que Oscar Wilde define a la dolorosa pasión homosexual que lo unió a lord Alfred Douglas, a quien cariñosamente apodaba «Bosie» y que le costó, por denuncia de su padre, el oprobio, la cárcel, la ruina económica, la destrucción de su hogar, y el posterior destierro en el que encontraría la muerte. El libro es, en realidad, una larga carta a su amante, escrita a principios de 1897, en la cárcel de Reading y publicada en 1905, luego de su muerte. Llena de quejas y reproches por su egoísmo y su ingratitud, es, al mismo tiempo, la narración de la historia de esa trágica relación, contada con una precisión de detalles provistos por el largo tiempo de reflexión y confinamiento, más la larga memoria desde el dolor. Ese prolongado encierro le permitió también una revisión de sus propios conceptos morales y los de su época, en páginas memorables que podrían constituir de por sí un tratado de ética, por las profundas reflexiones sobre la moral cristiana, el evangelio y el ejemplo de la vida y muerte de Cristo. El hombre que se permitió todo en su lucha contra lo convencional, revisa la relación que le hizo perder todo, y de la que sin embargo no se arrepiente, como un héroe trágico, que seguirá cautivando por su entrega y su expiación, al margen de la perplejidad que provoca la indignidad del objeto de su amor, el lugar mismo de su destino trágico.

«La tragedia de mi vida» es la forma en que Oscar Wilde define a la dolorosa pasión homosexual que lo unió a lord Alfred Douglas, a quien cariñosamente apodaba «Bosie» y que le costó, por denuncia de su padre, el oprobio, la cárcel, la ruina económica, la destrucción de su hogar, y el posterior destierro en el que encontraría la muerte. El libro es, en realidad, una larga carta a su amante, escrita a principios de 1897, en la cárcel de Reading y publicada en 1905, luego de su muerte. Llena de quejas y reproches por su egoísmo y su ingratitud, es, al mismo tiempo, la narración de la historia de esa trágica relación, contada con una precisión de detalles provistos por el largo tiempo de reflexión y confinamiento, más la larga memoria desde el dolor. Ese prolongado encierro le permitió también una revisión de sus propios conceptos morales y los de su época, en páginas memorables que podrían constituir de por sí un tratado de ética, por las profundas reflexiones sobre la moral cristiana, el evangelio y el ejemplo de la vida y muerte de Cristo. El hombre que se permitió todo en su lucha contra lo convencional, revisa la relación que le hizo perder todo, y de la que sin embargo no se arrepiente, como un héroe trágico, que seguirá cautivando por su entrega y su expiación, al margen de la perplejidad que provoca la indignidad del objeto de su amor, el lugar mismo de su destino trágico.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

la Ciudad de Dios. Tan maravillosa es, que desearía uno poder creer que le sería<br />

dado a una criatura alcanzarla en un día del estío. Y por cierto que puede<br />

alcanzarla una criatura, pero no yo ni mis semejantes. En un instante dado,<br />

podemos sentir algo en toda su intensidad, pero volvemos a perderlo en las<br />

horas siguientes, horas largas y abrumadoras, cual si anduviese con pies de<br />

plomo. ¡Tan difícil es "mantenerse en las cimas donde puede el alma caminar"!<br />

Pertenecen nuestros pensamientos a la eternidad, pero nos movemos nosotros<br />

lentamente a través del tiempo. Y no he menester de insistir sobre la lentitud<br />

con que el tiempo transcurre para los que moramos en la cárcel. Ni tampoco<br />

sobre el hastío y descorazonamiento que se deslizan con tanta tenacidad en<br />

nuestra celda, y en la de nuestro corazón, que en cierto modo nos vemos<br />

obligados a limpiar y adornar la casa para ellos, como para una visita<br />

importuna, para un amo duro, o como para esclavos de los que fuésemos, por<br />

elección personal o disposición de la casualidad, también esclavos nosotros.<br />

Tal vez les resulte a mis amigos difícil creerlo; pero es la pura verdad; es<br />

más fácil para ellos, en su existencia de libertad, ocio y holgura, aceptar las<br />

lecciones de la humildad que no para mí, que inauguro el día fregando de<br />

hinojos el piso de mi mazmorra. Y es que la vida carcelaria, con sus privaciones<br />

y restricciones innumerables, le torna a uno rebelde. Y lo más terrible es que, en<br />

vez de partirle a uno el corazón —pues para eso están hechos los corazones, para<br />

que los quiebren— se lo trueque a uno en pedernal. En ciertos momentos tiene<br />

uno la impresión de que sólo podrá dar prisa al día con una frente de hierro y<br />

una expresión de desdén en los labios. Y quien se encuentra en estado de<br />

rebelión no se halla en condiciones de participar de la gracia —para utilizar la<br />

expresión, que tanto agrada, y con razón a mi entender, a la Iglesia— pues tanto<br />

en la vida como en el arte, cierra los canales del alma ese estado de rebelión, y<br />

no deja penetrar los consuelos celestiales.<br />

Sin embargo, si en alguna parte tengo que aprender las enseñanzas de la<br />

humildad, aquí tendrá que ser, y no obstante las muchas veces que me<br />

precipitaré en el fango y marcharé con paso incierto entre la niebla, he de<br />

alegrarme al ver que mis plantas están en el buen sendero y vueltos mis ojos<br />

hacia la puerta que denominan hermosa.<br />

Esta Nueva Vida, como me agrada llamarla a veces por amor al Dante, no<br />

es nada una nueva vida, naturalmente, sino sencillamente la lógica evolución<br />

que prolonga mi existencia anterior. Me acuerdo que en Oxford, el año que me<br />

gradué, dije a uno de mis amigos, una mañana en que íbamos al Magdalen<br />

College, por unas estrechas callejas por las que revoloteaban los pájaros, que era<br />

de mi gusto probar los frutos de todos los árboles del jardín del mundo y que,<br />

con esa pasión en el corazón, yo me adentraba en la vida. Y así, de acuerdo con<br />

mi expresión, me adentré en la vida, y viví así.<br />

Consistió mi único error en limitarme de un modo exclusivo a los árboles<br />

que me parecían encontrarse en la parte besada por el sol del jardín, y en evitar<br />

el sendero y la zona de sombra y lobreguez. La caída, la desgracia, la pobreza, el<br />

dolor, la desesperación, el padecimiento y hasta las lágrimas, las palabras que<br />

brotan de los labios entrecortadas por el dolor, el remordimiento que siembra<br />

nuestra ruta de espinas, la conciencia que condena, la voluntaria humillación<br />

que castiga, la miseria que se echa cenizas sobre la cabeza, las penas del alma<br />

que se visten con lienzos toscos y vierten hiel en nuestras bebidas, todas estas<br />

cosas me hacían retroceder espantado. Y como había resuelto no hacer nada de<br />

ellas, una tras otra hube de probarlas todas, hube de alimentarme con ellas, y<br />

tuve que renunciar durante algún tiempo a cualquier otra pitanza.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!