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That Kind of Guy

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Fuera, vi mi reflejo en el cristal y sonreí para mis adentros. Era un genio. Un

maldito genio guapo.

Llamaron a la puerta mientras llenaba una olla de agua para hervir los

linguini.

―Pasa, Adams ―llamé y puse la olla en el fuego.

―¿Adams? ―preguntó mi hermano Holden, entrando en la cocina.

Me giré y fruncí el ceño.

―No puedes quedarte. Tengo una cosa. ―No necesitaba conocer los detalles.

No era raro que Holden se dejara caer por aquí, mis hermanos y yo lo

hacíamos siempre. Sin embargo, no quería que se quedara y asustara a Avery. No

antes de que ella supiera lo que yo podía ofrecerle.

―¿Avery Adams? ―Inclinó la cabeza hacia mí y tomó asiento en la encimera

de cuarzo, su mirada recorrió cada superficie, cada conexión de fontanería.

Habíamos instalado la mayor parte de esta cocina nosotros mismos hacía un par de

años, y él no nos dejaba cortar ni una sola esquina, a pesar de que sólo yo vivía aquí

y nunca planeé mudarme o vender este lugar―. Pensé que no permitías mujeres en

tu casa.

Salé el agua.

―¿Qué? Eso es ridículo. Mamá viene todo el tiempo.

―Mujeres solteras. Dijiste que invitar a mujeres les dice que quieres una

relación.

Eso sonó como algo que yo diría.

―Esto es diferente. ―Me giré y lo miré―. ¿Has venido a acosarme? Porque

tengo una pila de facturas tuyas de hace cuatro meses de las que podemos hablar.

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