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That Kind of Guy

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―Deberías ser mi novia falsa.

Se atragantó y casi dejó caer el vaso, que atrapó con la otra mano justo a

tiempo. Sonreí y vi cómo su reacción pasaba de la sorpresa a la confusión, de la

incredulidad al humor.

Ella soltó una carcajada.

―¿De qué estás hablando? ¿Inhalaste demasiados vapores de pintura en una

obra?

―Yo no trabajo en obras, mi hermano hace todo eso. Toma. ―Le llevé la

cuchara de salsa―. Prueba esto. ―Por instinto, abrió la boca y le metí la cuchara

entre los labios. Parpadeó confundida―. ¿Suficiente sal?

―No. ¿Qué? ―Ella balbuceó y parpadeó, y yo volví a la estufa para añadir más

sal―. ¿Podemos volver a la parte de que definitivamente no soy tu novia falsa?

―Pensé que querías comprar El Arbutus. ―La miré por encima del hombro.

Algo pasó por su cara. Concentración. Determinación. Vergüenza. Miró

fijamente su copa de vino.

―Sí, quiero.

―Todo el mundo en la ciudad está hablando de cómo te rechazaron para un

préstamo de negocios.

Sus fosas nasales se encendieron y la mirada que me dirigió podría haberme

chamuscado las cejas.

―No todo el mundo habla de ello.

Le alcé las cejas.

Bajó la mirada hacia su vino y, por un momento, casi me sentí mal por ella.

Pero entonces recordé que iba a ofrecerle un trato exclusivo que le daría

exactamente lo que quería.

―¿Qué tiene esto que ver con que yo definitivamente no sea tu novia falsa?

―preguntó.

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