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That Kind of Guy

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Tendría más suerte convenciendo a la gente llevando una muñeca hinchable por la

ciudad y llamándola Avery.

Sin mencionar que estaríamos mintiendo a todo el pueblo. No podía hacerlo.

En cuanto a Isaac Anderson, tenía razón. Isaac no parecía hacer mucho como

alcalde. La ciudad recibía un millón de turistas al año y, sin embargo, nunca había

dinero suficiente para las cosas que la ciudad necesitaba desesperadamente. Los

propietarios de negocios a menudo recurrían al crowdfunding o pagaban de su

bolsillo para arreglar los árboles caídos cerca de sus propiedades o las aceras en mal

estado.

¿Hasta qué punto era inmoral que Emmett mintiera al pueblo si lo hacía por

una buena razón? No, me dije. Por supuesto que no. No empatizaría con alguien

como Emmett Rhodes. Blegh.

Eso me dejaba en el punto de partida en cuanto al restaurante. Tomé la nota

adhesiva y la estudié. Quizá no fuera tan malo.

Me invadió una pizca de determinación y me reí a carcajadas. De ninguna

manera. De ninguna manera. Iba a resolver esto. Sólo que aún no sabía cómo, y

eso es exactamente lo que le diría a Keiko.

Marqué su número.

―Hola, cariño ―respondió ella.

Respiré hondo.

―Keiko. Keiko. Hola. Seguro que ya te has enterado…

―¿Que Emmett Rhodes se presenta a alcalde? Sí, lo sé. Interesante.

Fruncí el ceño.

―No. Quiero decir, sí, lo es, no sé a quién cree que está engañando, pero será

entretenido verlo intentarlo.

Keiko se rió.

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