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Informe_comision_web

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Jorge Aníbal Gómez Gallego, José Roberto Herrera Vergara, Nilson Pinilla Pinilla<br />

fue otorgado en contrato para responsabilizarse de la atención, manejo y<br />

dirección de la cafetería-restaurante del Palacio de Justicia. Su esposa y él<br />

se vincularon de tiempo completo a la atención y funcionamiento de este<br />

establecimiento.<br />

Cecilia atendía la caja y Carlos administraba la cafetería. El 2 de octubre<br />

de ese año nació la primera semilla del matrimonio y ella se vio obligada a<br />

abandonar su trabajo por poco tiempo, según pensaba. Esta circunstancia hizo<br />

que la licenciada en ciencias de la educación Cristina Guarín, conocida de la<br />

familia y amiga de los Rodríguez, reemplazara a Cecilia en la cafetería por<br />

un breve período, lo que a la postre le significó su desaparición.<br />

Carlos Augusto tenía cifradas sus esperanzas en la culminación de su<br />

carrera de derecho y en llegar a ser un buen empresario, buscando siempre<br />

el bienestar de toda su familia, sin menoscabar los derechos de ninguna<br />

persona. Sus ilusiones se proyectaban al futuro, prometedor pero ilusorio.<br />

Nuestro dolor más grande es pensar lo que Carlos estará pensando<br />

ahora de su familia. Lo que me angustia dice con voz trémula y<br />

cortada por el llanto, su padre es que en su soledad, en la privación,<br />

en la miseria en que los deben de tener sometidos, Carlos creerá que<br />

lo hemos abandonado. Si pudiera oír mi mensaje de aliento, le diría<br />

que estamos y estaremos con él, lucharemos por recuperarlo vivo o<br />

muerto, ese es nuestro propósito. Estamos aquí con los brazos abiertos<br />

esperándolo todos los días.<br />

Luz Mary Portela León<br />

Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.<br />

Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados.<br />

Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.<br />

Sermón del monte<br />

Noviembre 6 de 1985: día trágico e inesperado. A las seis de mañana<br />

saliste de casa a cumplir con tu deber como persona responsable, a<br />

reemplazar en la tarea diaria a tu madrecita que se encontraba enferma;<br />

te despediste de mí y de tus hermanos y mi corazón de madre<br />

no advirtió que te ibas y quizás para siempre. Tres días de inmensa<br />

tristeza y angustia, pues no volviste; pero en mi alma, hija querida,<br />

vivirás para siempre. Te he esperado día a día; removí escombros en el<br />

Palacio destinado al culto de la justicia, he tocado a todas las puertas<br />

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