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Riqui Gell
El Rey David estaba pasando por uno de sus más grandes procesos:
el arca del pacto (instrumento que representaba la presencia de
Dios en Israel) había sido robada y la tenían los enemigos. Debió ser
duro para David esta noticia pero se dispuso a recuperarla y luego de
unos inconvenientes en el proceso, logró que el arca volviera a Israel.
Cuando ésta llegó, el pueblo lanzó un gran grito de algarabía como
nunca antes. Lloraron y se abrazaron como si fuera 31 de diciembre
para nosotros, por fin pudieron tener de nuevo la presencia de Dios
consigo. Al ver David que el arca estaba en casa nuevamente, empezó
a brincar, a saltar a mover los pies… a bailar.
Los reyes usaban muchas ropas y una gran corona, David al parecer
estaba incomodo y brincando empezó a sudar, así que comenzó a
quitarse todo ese traje que no lo dejaba bailar con libertad, hasta
quedarse cómodo y poder moverse como un niño. Mical su esposa, se
sintió avergonzada y le dijo: “Te humillas como un cualquiera, bailando
y danzando, como si fueras una persona común”. Ella entendía que
un rey debía de ser cara-dura, insípido, inexpresivo y no podía estar
bailando como un muchachito cualquiera. Debía “mantener cierta
postura”. Y ahí está el problema de muchos, que confunden el carácter
de una persona con su estado de ánimo y creen que si tú eres Santo
y Cristiano debes estar perfil bajo, apagado, con poco animo e ir a la
iglesia y sentarte en tu asiento y mucho cuidado de reírte de algo, o
aplaudir o brincar. No, no y no, eso no va con un santo. El Santo no es
cualquiera, es un tranquilito y sereno, con cara seria y manos atadas.
Bailando con Dios│103