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El Dios de los Procesos
elegancia, ganaron el honor de salir de la iglesia como nuevos: sin
sentimientos de culpa, sin carga, sin molestia por el problema que les
agobiaba, libres y sanos. Con ánimo de empezar una nueva semana.
¡Salen como niños! Vale la pena bailar para Dios.
Un hombre pentecostal fue a una iglesia de esas donde el orden es
tan estricto que hasta prohíben alabar a Dios en voz alta, aplaudir y
reír muy fuerte. Mientras el pastor predicaba dijo algo que impactó al
caballero y éste gritó: ¡Gracias Señor! Todo el mundo lo miró como
quien dice: ¡Y este loco! Luego en otra parte del sermón el hombre
gritó: ¡A-l-e-l-u-y-a! Y nuevamente se voltearon a mirarlo muy extraño.
La tercera vez de hacer lo mismo, vinieron dos líderes, lo agarraron por
los hombros y lo botaron de la iglesia. Afuera, en el piso el hombre
empezó a llorar y decir: ¡Señor, que injusto, mira como me han
sacado de tu propia iglesia y no has hecho nada! Y Dios le respondió:
¡Hombre, tú si eres dichoso, al menos a ti te dejaron entrar, yo tengo
años intentando entrar a esa iglesia y no me dejan!
Si tiene alguna iglesia donde lo dejan aplaudir, cantar, bailar y gritar
una alabanza en el momento oportuno, no pierda la bella oportunidad
de, pase lo que pase, ¡bailar con Dios!
106│Bailando con Dios