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Brincar aunque no exista el ánimo, reír aunque
deseos no quedan, bailar aunque no tengamos
ritmo (ni cardíaco), eso le sacará una sonrisa
a nuestro Señor. Cualquiera es capaz de estar
feliz cuando todo marcha bien, es cuando las
cosas no salen como queremos que debemos
sacrificar una sonrisa desde lo más profundo.
Eso sería un sacrificio de alabanza. He visto
mujeres que al llegar a la iglesia buscan
sentarse lejos de un ventilador de aire o una
ventana, porque pasaron dos o tres horas
en un salón de belleza arreglándose y no
quieren despeinarse. Están tranquilas, dicen
para sí mismas: “Aunque brinquen, aunque
aplaudan, que nadie se meta conmigo,
que éste peinado me salió muy caro y fue
mucho tiempo sufriendo para tener mi bella
cabellera. No me moveré hoy, adoraré a Dios
tranquila”. Igual he visto hombres, que entran
a la iglesia vestido de trajes, al arrodillarse (si
lo hacen) ponen una toalla o algo en el piso
para no ensuciarse, están tranquilos para no
sudar mucho y se mantienen al margen de
todo desde su asiento. “Estoy ensacado y
encorbatado como para moverme mucho,
no voy a brincar, cantaré suave y aplaudiré
despacio. No pienso sudar. No brincaré”.
Eso está bien, yo los apoyo. Pero también he
visto como a ambos, los toca una chispita del
fuego del Espíritu Santo a través de uno de
esos cánticos o la ministración y de repente
empiezan a brincar, a danzar, se caen al suelo,
dan vueltas etc. La dama que estaba tranquilita
de repente se le van los pinchos, los ganchos,
los rolos, el peinado se desbarata. Al Don se
le ensucia el traje, empieza a sudar y aunque
fácilmente perdieron su dinero de belleza y
Riqui Gell
Bailar con
Dios significa
que aunque
las circunstancias
estén
contrarias...
todavía mantenemos
un
pensamiento
de
esperanza
en nuestro
corazón.
Bailando con Dios│105