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Anuario Espírita 2007 - ¡Bienvenido a Mensaje Fraternal!

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aquel templo católico, con sus vitrales sugestivos, sus campanas melodiosas,<br />

su hermoso jardín alrededor del templo, todo ello ejercía una suave impresión<br />

en mis sentidos, y la dulce poesía que se desprendía de todo aquello, infundía<br />

verdadero encantamiento a mi corazón. Yo veneraba aquel ambiente y hoy<br />

comprendo que, me sentía entonces como tutelada por aquella Señora Santa<br />

Ana, que me era tan familiar, y de aquella “Nuestra Señora de la<br />

Concepción”, que yo tenía la satisfacción de coronar, vestida de ángel, en<br />

las festividades del mes de mayo. Y las imaginaba como formando parte<br />

de mi familia, porque decían de ellas nuestras criadas y nodriza:<br />

–La Señora Santa Ana es nuestra abuela; Nuestra Señora, María la<br />

Madre de Jesús, es nuestra madre, por tanto tenemos que respetarlas y<br />

pedirles la bendición todos los días…<br />

Pero, sobre todas las imágenes existentes en aquel templo, la que<br />

más me impresionaba y conmovía era la del “Señor de los Pasos”, caído<br />

sobre las rodillas con la cruz en los hombros. Yo amaba aquella imagen,<br />

pues me infundía profundas sugestiones en el alma, y, a veces, lloraba al<br />

lado de ella, porque decían las criadas:<br />

–Fue para salvarnos que Él padeció y murió en la cruz… Tenemos<br />

que amarlo mucho…<br />

Mucho me reconfortaba, besarle la punta de su túnica o un ángulo<br />

de la cruz, y generalmente le llevaba alguna humilde flor para ofrecerle,<br />

con la cual pretendía demostrarle mis sentimientos, a pesar de ello, una<br />

gran tristeza me invadía el corazón en tales momentos.<br />

Entre tanto, la imagen permanecía sobre las andas, en la capilla mayor,<br />

y no en el altar, pues para la época no había suficiente espacio para ella en<br />

ningún otro lugar. Verdaderamente, ya para esa época yo no pasaba de ser<br />

una niña infeliz, pues, como vimos, el sufrimiento me acompañaba desde<br />

el nacimiento, y yo sufría no sólo la añoranza (saudade) de mi existencia<br />

anterior, de la cual me acordaba como si fuese ahora, sintiendo la falta de<br />

aquel ambiente familiar, que yo extrañaba mucho. (…)<br />

Cierta noche, inesperadamente, se verificó el fenómeno de<br />

transporte en mi cuerpo astral, con la característica de muerte aparente.<br />

Felizmente para todos los de casa, el hecho ocurrió a altas horas de la<br />

noche, tal y como sucede en los días presentes, y sólo fue percibido por la<br />

anciana ama de casa que dormía con nosotros y que había sido testigo del<br />

primer fenómeno, en el primer mes de mi nacimiento. Ella se puso a rezar<br />

el rosario temerosa de despertar a los demás, lo que no la impidió de<br />

ANUARIO ESPÍRITA 43

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