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Anuario Espírita 2007 - ¡Bienvenido a Mensaje Fraternal!

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modo más absoluto, a todo aquel que por sí mismo se presente cual mesías, o<br />

como jefe del Espiritismo, o bien como simple apóstol de la Doctrina.<br />

Por el fruto es como se conoce al árbol; espérese, pues, a que el árbol<br />

dé su fruto, para decidir si éste es bueno y véase también si los frutos tienen<br />

sabor”. (Obras póstumas, Constitución del Espiritismo, “El Jefe del<br />

Espiritismo”).<br />

Y como la Doctrina <strong>Espírita</strong> es el Consolador Prometido por Jesús,<br />

recordando a las personas la importancia del Reino de Dios dentro de sus<br />

corazones, por encima de cualesquier teoría o ficción religiosa, encontramos<br />

en los escritos del propio Allan Kardec, referencias a las condiciones íntimas<br />

de aquel que, aun cuando se encuentre intensamente vinculado a las labores<br />

intelectuales de la transformación del Reino de los Hombres, no actuó con<br />

negligencia ante la necesidad de modelar su propio corazón a los criterios<br />

esperados por los candidatos al nuevo Reinado Celeste.<br />

Que todos aquellos que se presenten como representantes de la bendita<br />

doctrina de los Espíritus, en los más variados países y centros espíritas, como<br />

dirigentes, trabajadores, cooperadores, asistentes, puedan leer esta declaración<br />

del Codificador con el corazón abierto y la conciencia despierta, pues se trata<br />

del testimonio personal del Propio Kardec, inserto también en Obras póstumas,<br />

bajo el título:<br />

Fuera de la Caridad no hay salvación<br />

“Para mí, estos principios no existen sólo en teoría, pues los pongo en<br />

práctica; hago tanto bien como lo permite mi posición; presto servicios cuando<br />

puedo; los pobres nunca fueron rechazados de mi puerta, o tratados con dureza;<br />

fueron recibidos siempre, a cualquier hora, con la misma benevolencia; jamás<br />

me quejé de los pasos que he dado para hacer un beneficio; padres de familia<br />

han salido de prisión gracias a mis esfuerzos. Ciertamente, no me corresponde<br />

inventariar el bien que ya pude hacer; pero, desde el momento que parecen<br />

olvidar todo, creo que me es lícito, traer al recuerdo que mi conciencia me<br />

dice que nunca hice mal a nadie, que he practicado todo el bien que estuvo a<br />

mi alcance, y esto, lo repito, sin preocuparme con la opinión de quien quiera<br />

que sea.<br />

A ese respecto tengo tranquila la conciencia; y la ingratitud con la que<br />

me hayan pagado en más de una ocasión, no constituirá motivo para que yo<br />

deje de practicarlo. La ingratitud es una de las imperfecciones de la Humanidad<br />

y, como ninguno de nosotros está exento de censuras, es preciso disculpar a<br />

los otros, para que nos disculpen a nosotros, para que podamos decir como<br />

ANUARIO ESPÍRITA 57

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