Anuario Espírita 2007 - ¡Bienvenido a Mensaje Fraternal!
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social y moral inesperada. Nunca se interesó por la política. Jamás hizo<br />
ni dijo nada que nos hiciera pensar que soñó con revelarse contra el imperio<br />
romano, ni contra los tetrarcas. Su revolución fue de orden moral y<br />
universal. El Reino de Dios era para todos, incluyendo a los romanos. La<br />
parábola del festín de la boda del rey lo explica. Los invitados originales<br />
no llegaron, entonces se abrió la puerta a todos. Al desdeñar la política,<br />
Jesús funda el reino de las almas. La doctrina de la libertad de las almas.<br />
Nuestros espíritus están por encima de los gobiernos. Estamos en el mundo,<br />
pero no pertenecemos al mundo. Nos recomienda dar al César lo que es<br />
del César y a Dios lo que es de Dios. De esta manera nos arrebató de las<br />
manos de los tiranos. Rompió el yugo de la omnipotencia romana. Jamás<br />
habrá otro poder en la Tierra con dominios omnipotentes. Jesús, “al<br />
declarar insignificante la política ha revelado al mundo la verdad de que<br />
la patria no lo es todo y de que el hombre (el ser humano) es anterior y<br />
superior al ciudadano”, ha dicho Ernesto Renán en su Vida de Jesús.<br />
El Reino de Dios no sería aquel reino nacionalista y elitista con el<br />
que muchos soñaron. El Reino era para todos. Para los niños y los que se<br />
le pareciesen. Para los oprimidos victimas del menosprecio social, que<br />
rechaza a los buenos por ser humildes. Para todos los excluidos. Pero<br />
sobre todo para los pobres, que en resumen llenaban todas estas<br />
expectativas. Jesús desprecia la riqueza y los bienes de la Tierra. Advierte<br />
a los ricos:<br />
Pero ¡ay de vosotros, ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo.<br />
¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre.<br />
¡Ay de vosotros, los que ahora reís!, porque lamentaréis y lloraréis. 6<br />
Esto contradice la doctrina enseñada por los saduceos. Estos<br />
enseñaban que Dios premiaría al hombre justo con una vida larga y<br />
abundante. Desde ese punto de vista la riqueza era un premio de Dios y la<br />
pobreza un castigo que presumía haber faltado al Altísimo. Lo mismo<br />
sucedía con la salud y la enfermedad y con todas las calamidades humanas.<br />
Jesús contravino ese orden sustentado por los poderosos de Israel y declaró<br />
que los pobres, los enfermos y los sufrientes eran los preferidos de Dios.<br />
¿Era posible librarse de esa condenación a los ricos? El encuentro de<br />
Jesús con el joven rico nos contesta esa pregunta. El joven había cumplido<br />
con todos los preceptos de la ley. ¿Qué le faltaba? Ir, venderlo todo y<br />
repartirlo entre los pobres. El joven encontró la prueba muy dura y no<br />
6 Lucas 6:24-26<br />
ANUARIO ESPÍRITA 81