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naturaleza, obligándola á doblegarse ante los<br />
recursos del artista. Es pues indispensable al<br />
que quiere dedicarse al arte melodramático em-<br />
pezar sus estudios bajo la dirección de un maes-<br />
tro que conozca profundamente el arte en cuyos<br />
secretos debe iniciar á su discípulo.<br />
Y ahora viene bien señalar lo absurdo de la<br />
idea que prevalece en nuestra sociedad, relativa<br />
al estudio del canto. El que quiera estudiar el<br />
violin no se colocará ciertamente bajo la direc-<br />
ción de un maestro de piano ; sin embargo , es<br />
muy común encomendar la educación de una<br />
voz á un maestro que no solo ha carecido siem-<br />
pre en absoluto de ella, sino (lo que es mas<br />
absurdo todavía) que ignora hasla los primeros<br />
rudimentos del arte del canto y<br />
las reglas que<br />
deben observarse para la formación y educación<br />
de la voz ; y basta para esto, que el maestro sea<br />
muy versado en el contrapunto, ó goce de repu-<br />
tación como pianista (*).<br />
(*) Se trata de la generalidad de los maestros, pues co-<br />
nozco muchos que aun careciendo de voz, han prestado