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De buena pluma.pdf - Biblioteca Mexiquense del Bicentenario

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¡Qué barbaridad! Los sicarios <strong>del</strong> imperialismo sudaron tinta para<br />

explicar tamaña anomalía a S.M. y la llevaron rápidamente hasta la<br />

hacienda de Palmillas, donde se encontró con su real consorte bajo<br />

un arco que había costado a los ricos Montes de Oca más de cien mil<br />

pesos. Pero dejemos que el señor Salinas narre este emotivo encuentro:<br />

“Cuando se acercó el monarca y divisó a su esposa, apeóse <strong>del</strong><br />

arrogante corcel que montaba, la señora bajó de su coche; ambos avanzaron<br />

hasta encontrarse, se unieron en estrecho abrazo y se besaron<br />

tiernamente”.<br />

¿Diga usted si no iba a conmover a la camarilla reaccionaria esta<br />

pareja de comediantes con tamañas dotes para el arte representativo?<br />

Por cierto que, seres tan refinados, se habían encontrado en estas ilustres<br />

tierras una nobleza cimarrona con todos los defectos <strong>del</strong> “novorriquismo”.<br />

En la capital, las se ñoras acomodadas corrían a saludar a la<br />

Emperatriz, la llenaban de abrazos y de saliva y algunas hasta llegaban<br />

a decirle: “¡Carlotita, pero está usted maravillosa!”.<br />

No podemos olvidar que todavía en los inicios de la Independencia,<br />

los nobles emigran en masa a la metrópoli y dejan sus haciendas rentadas<br />

a capataces blancos o medieros de su confianza. Más tarde, y por<br />

virtud de la expulsión de magnates iberos y la consiguiente enajenación<br />

de sus bienes, los rentistas los pudieron adquirir en propiedad<br />

por diferentes medios que no está en nuestro plan dar a conocer<br />

a detalle.<br />

Esta generación de ricos que fue a recibir al rubio Maximiliano,<br />

carecía en lo absoluto de los títulos, de la educación, de la cultura y<br />

el refinamiento innato en los déspotas de la ilustración imperial. Por<br />

eso los emperadores gastaron demasiado tiempo, saliva y dinero, en<br />

su afán de crearse una corte decente, que no palideciera frente a las<br />

cortes de los más infelices principados de Europa, ya que hasta ese<br />

momento la aristocracia “pulquera”, “lechera” y “gallera” <strong>del</strong> señor<br />

Santa Anna, se había preocupado mucho de especular con el hambre<br />

y la guerra, pero muy poco de instruirse. Con otra, que los hacendados<br />

que llegaban a cierto grado de ilustración, se volvían liberales.<br />

No se sintió muy a gusto “Carlotita” en Toluca. <strong>De</strong>sde que llegó le<br />

de bu e na plu m a

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