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De buena pluma.pdf - Biblioteca Mexiquense del Bicentenario

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reivindicador, se va deslizando hacia la historia de las luchas sostenidas<br />

por su hermano en religión, de las energías que arrancadas de<br />

su cuerpo fueron pegando piedras y arcos <strong>del</strong> acueducto; y aunque<br />

recalca que la última razón <strong>del</strong> buen resultado es la ayuda divina,<br />

el Padre Tembleque, muy lejos de complacerse, principia a sufrir; a<br />

cada elogio quisiera empequeñecerse, escu rrirse dentro de su propio<br />

hábito hasta desaparecer allí mismo, por vergüenza de que las piedras<br />

<strong>del</strong> acueducto gritaran reprochándole la usurpación de la gloria que<br />

co rrespondía sólo a Dios. ¿Qué era él, poquísima cosa, que de no<br />

haber sido ayudado por la mano de la Providencia, se hubiera reembarcado<br />

hace mucho tiempo, para ir a consumirse sin provecho en<br />

algún convento de España? ¿No su corazón pordiosero fue a mendigar<br />

a quien ahora precisamente allí lo elogiaba?<br />

Las palabras de fray Juan arrancan <strong>del</strong> ánimo <strong>del</strong> auditorio ecos,<br />

que a no ser por el respeto al lugar sagrado, ya hubieran brotado en<br />

un géiser tumultuoso y triunfal: “¡Hombre extraordinario! ¡Varón<br />

de Dios! ¡Fraile santo!”.<br />

—Dios os perdone, hermano, el mal que me habéis hecho, y no os<br />

tome en cuenta el haber provocado mi fácil vanidad —dijo el Padre<br />

Tembleque, pesaroso, a su predicador.<br />

—Como los hombres son distraídos tocante a las cosas que no<br />

hablan con la voz de la carne —replicó éste—, conviene alguna vez<br />

hacer que se percaten de la gloria de Dios que resplandece en las obras<br />

de nuestro prójimo.<br />

Menos satisfecho aún con semejante respuesta, el Padre Tembleque,<br />

a la hora de la bendición <strong>del</strong> gran depósito de agua, pronuncia un breve<br />

discurso visiblemente intencionado, para curarse de la amargura<br />

que los elogios de fray Juan le habían producido:<br />

Loado sea el Señor que encendió en nuestra mente la idea de esta obra,<br />

y tocó nuestra fortaleza con la fuerza de su mano.<br />

Loado sea Dios porque en lugar de haber escogido instrumentos<br />

más hábiles y sabios, se valió de nuestra nada a fin de que resplandeciera<br />

mejor su poder.<br />

de bu e na plu m a

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