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De buena pluma.pdf - Biblioteca Mexiquense del Bicentenario

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58<br />

Un viejo artillero, sobreviviente de los de Hernán Cortés, avencidado<br />

en Otumba y muy hábil artista en fuegos artificiales se encarga de<br />

transformar la noche en jardín luminoso. El tema es una glorificación<br />

<strong>del</strong> acueducto: un puente de arcos, fuentecillas, cascadas, surtidores<br />

entre girándulas y cohetes corredizos, gritos de luz. La alegría de la<br />

jornada alzándose en hipérboles fulgurantes, de colores amalgamados<br />

con brillos de plata fundida.<br />

<strong>De</strong>spués… la lentitud de la noche. El sueño sobre Otumba. Todos<br />

duermen, menos el golpe de agua que sangra de la fuente en la huerta<br />

y el Padre Tembleque, quien se pasea por el claustro superior. No<br />

entiende la mala costumbre de perder tanta noche, encerrado entre<br />

cuatro paredes. Él moriría de pesar si no contemplara esa hermosura<br />

de estrellas en el cielo.<br />

En una comunidad<br />

no enseñes tu habilidad<br />

Fray Francisco de Tembleque salió de Otumba siendo un hombre<br />

maduro, y trascurridos diecisiete años, ha regresado en los umbrales<br />

de su vejez. Piensa que por su edad y cortas facultades, no pudiendo<br />

esperar ya de él nada útil, lo dejarán olvidado en ese rincón. Su sencillo<br />

plan de vida en a<strong>del</strong>ante se compendiará en el aprovechamiento<br />

de los años que le restan para la salvación de su ánima. <strong>De</strong>splegará su<br />

ministerio entre los indios, por los pueblos que visita de esa jurisdicción.<br />

El manso arroyo de sus días resbalará acercándose a las playas<br />

de Dios. ¡Cuánta avidez de hartarse el espíritu de paz silenciosa! Y<br />

también, ¿por qué no?, gozará un poco y alabará mucho a Dios viendo<br />

los rostros de la gente repintados de salud, y los cuerpe cillos antes<br />

ventrudos de los niños con el retozo de la a legría. ¡Que se pudran ahora<br />

los jagüeyes y se revuelquen en ellos las bestias! ¡Qué festín de aislamiento<br />

para conversar con Dios!<br />

¡Frailecillo incurablemente soñador!, no se percata de que,<br />

hombre famoso, debe sufrir la cruz de su celebridad. Sus superiores<br />

han caído en la cuenta de que es capaz de difíciles desempeños, quien<br />

de bu e na plu m a

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