De buena pluma.pdf - Biblioteca Mexiquense del Bicentenario
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Un viejo artillero, sobreviviente de los de Hernán Cortés, avencidado<br />
en Otumba y muy hábil artista en fuegos artificiales se encarga de<br />
transformar la noche en jardín luminoso. El tema es una glorificación<br />
<strong>del</strong> acueducto: un puente de arcos, fuentecillas, cascadas, surtidores<br />
entre girándulas y cohetes corredizos, gritos de luz. La alegría de la<br />
jornada alzándose en hipérboles fulgurantes, de colores amalgamados<br />
con brillos de plata fundida.<br />
<strong>De</strong>spués… la lentitud de la noche. El sueño sobre Otumba. Todos<br />
duermen, menos el golpe de agua que sangra de la fuente en la huerta<br />
y el Padre Tembleque, quien se pasea por el claustro superior. No<br />
entiende la mala costumbre de perder tanta noche, encerrado entre<br />
cuatro paredes. Él moriría de pesar si no contemplara esa hermosura<br />
de estrellas en el cielo.<br />
En una comunidad<br />
no enseñes tu habilidad<br />
Fray Francisco de Tembleque salió de Otumba siendo un hombre<br />
maduro, y trascurridos diecisiete años, ha regresado en los umbrales<br />
de su vejez. Piensa que por su edad y cortas facultades, no pudiendo<br />
esperar ya de él nada útil, lo dejarán olvidado en ese rincón. Su sencillo<br />
plan de vida en a<strong>del</strong>ante se compendiará en el aprovechamiento<br />
de los años que le restan para la salvación de su ánima. <strong>De</strong>splegará su<br />
ministerio entre los indios, por los pueblos que visita de esa jurisdicción.<br />
El manso arroyo de sus días resbalará acercándose a las playas<br />
de Dios. ¡Cuánta avidez de hartarse el espíritu de paz silenciosa! Y<br />
también, ¿por qué no?, gozará un poco y alabará mucho a Dios viendo<br />
los rostros de la gente repintados de salud, y los cuerpe cillos antes<br />
ventrudos de los niños con el retozo de la a legría. ¡Que se pudran ahora<br />
los jagüeyes y se revuelquen en ellos las bestias! ¡Qué festín de aislamiento<br />
para conversar con Dios!<br />
¡Frailecillo incurablemente soñador!, no se percata de que,<br />
hombre famoso, debe sufrir la cruz de su celebridad. Sus superiores<br />
han caído en la cuenta de que es capaz de difíciles desempeños, quien<br />
de bu e na plu m a