De buena pluma.pdf - Biblioteca Mexiquense del Bicentenario
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Comienza la ceremonia con santos de miserere: ¡Perdón, perdón,<br />
Dios mío —dicen las voces—: ¡Perdón, perdón, señor! —repite el<br />
órgano, angustiado—. Y va por la ancha nave el ejército de fieles, en<br />
ordenadas compañías de cofrades, con cirios, escapularios, rosas,<br />
niños en los brazos, enormes sombreros en las manos… Van los feligreses<br />
llevando en andas, cubiertas de rodapiés, a Nuestra Señora de<br />
la Soledad, de negra toca, manos enclavijadas, rostro compugido, y<br />
uno que otro pedacito de plata en forma de corazón, mano, pierna,<br />
ojo, como recuerdo <strong>del</strong> favor hecho a pedigüeño hijo.<br />
Solemne, exangüe, llagado, con faz mortecina, el cuerpo <strong>del</strong><br />
Nazareno, encerrado en urna encristalada, es conducido por tres parejas<br />
de hombres robustos. Luz de can<strong>del</strong>as lo alumbran; compasión<br />
doliente le prende sudarios…<br />
Cuando termina la procesión, los mayordomos desvisten al Santo<br />
Entierro; le cambían, con el mayor respeto, calzones, camisas, medias,<br />
cíngulos; le amortajan con limpios paños, algunos nuevos que le han<br />
obsequiado mujeres enamoradas; le sujetan el rostro con una cinta<br />
blanca, y cubren todo el cuerpo con un frontal bordado.<br />
La muchedumbre formula, entre tanto, soliloquios de plegarias; y<br />
al concluir su labor los indios cabezas de terceras órdenes, uno a uno<br />
de los presentes pasa frente al difunto, haciendo reverencias y dejando<br />
en la cara el ósculo de su ternura.<br />
Y la iglesia, que durante dos días se hizo rumorosa y cantarina, que<br />
se adornó con maravillas silvestres y capullos de madreselva, y con<br />
plegarias más olorosas que los claveles, entra de nuevo en la melancolía,<br />
más enferma, más dolida; y los gorriones, que asustados estuvieron<br />
contemplando el culto de los humildes, se quedan en la tiniebla<br />
con el pico metido en un ala…<br />
… En la noche callada se encaminan a sus pueblos los indios <strong>del</strong><br />
valle, sin temor a los naguales, sin miedo a las brujas; los novios,<br />
hablando de amor; los viejos, tarareando la tonada de una canción<br />
oída en los organillos de los volantines…<br />
p á gi na s e sco gida s de l e s ta do de méx ico<br />
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