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Catecismo de la Iglesia Católica (PDF)

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tiene, es necesario volver a <strong>la</strong> Unción primera realizada por el Espíritu Santo: <strong>la</strong> <strong>de</strong> Jesús.<br />

Cristo ["Mesías" en hebreo] significa "Ungido" <strong>de</strong>l Espíritu <strong>de</strong> Dios. En <strong>la</strong> Antigua Alianza<br />

hubo "ungidos" <strong>de</strong>l Señor (Cf. Ex 30, 22-32), <strong>de</strong> forma eminente el rey David (Cf. 1 S 16,<br />

13). Pero Jesús es el Ungido <strong>de</strong> Dios <strong>de</strong> una manera única: La humanidad que el Hijo<br />

asume está totalmente "ungida por el Espíritu Santo". Jesús es constituido "Cristo" por el<br />

Espíritu Santo (Cf. Lc 4, 18-19; Is 61, 1). La Virgen María concibe a Cristo <strong>de</strong>l Espíritu Santo<br />

quien por medio <strong>de</strong>l ángel lo anuncia como Cristo en su nacimiento (Cf. Lc 2,11) e impulsa<br />

a Simeón a ir al Templo a ver al Cristo <strong>de</strong>l Señor (Cf. Lc 2, 26-27); es <strong>de</strong> quien Cristo está<br />

lleno (Cf. Lc 4, 1) y cuyo po<strong>de</strong>r emana <strong>de</strong> Cristo en sus curaciones y en sus acciones<br />

salvíficas (Cf. Lc 6, 19; 8, 46). Es él en fin quien resucita a Jesús <strong>de</strong> entre los muertos (Cf.<br />

Rm 1, 4; 8, 11). Por tanto, constituido plenamente "Cristo" en su Humanidad victoriosa <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong> muerte (Cf. Hch 2, 36), Jesús distribuye profusamente el Espíritu Santo hasta que "los<br />

santos" constituyan, en su unión con <strong>la</strong> Humanidad <strong>de</strong>l Hijo <strong>de</strong> Dios, "ese Hombre<br />

perfecto... que realiza <strong>la</strong> plenitud <strong>de</strong> Cristo" (Ef 4, 13): "el Cristo total" según <strong>la</strong> expresión<br />

<strong>de</strong> San Agustín.<br />

696 El fuego. Mientras que el agua significaba el nacimiento y <strong>la</strong> fecundidad <strong>de</strong> <strong>la</strong> Vida<br />

dada en el Espíritu Santo, el fuego simboliza <strong>la</strong> energía transformadora <strong>de</strong> los actos <strong>de</strong>l<br />

Espíritu Santo. El profeta Elías que "surgió como el fuego y cuya pa<strong>la</strong>bra abrasaba como<br />

antorcha" (Si 48, 1), con su oración, atrajo el fuego <strong>de</strong>l cielo sobre el sacrificio <strong>de</strong>l monte<br />

Carmelo (Cf. 1 R 18, 38-39), figura <strong>de</strong>l fuego <strong>de</strong>l Espíritu Santo que transforma lo que toca.<br />

Juan Bautista, "que prece<strong>de</strong> al Señor con el espíritu y el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Elías" (Lc 1, 17), anuncia<br />

a Cristo como el que "bautizará en el Espíritu Santo y el fuego" (Lc 3, 16), Espíritu <strong>de</strong>l cual<br />

Jesús dirá: "He venido a traer fuego sobre <strong>la</strong> tierra y ¡cuánto <strong>de</strong>searía que ya estuviese<br />

encendido!" (Lc 12, 49). Bajo <strong>la</strong> forma <strong>de</strong> lenguas "como <strong>de</strong> fuego", como el Espíritu Santo<br />

se posó sobre los discípulos <strong>la</strong> mañana <strong>de</strong> Pentecostés y los llenó <strong>de</strong> él (Hch 2, 3-4). La<br />

tradición espiritual conservará este simbolismo <strong>de</strong>l fuego como uno <strong>de</strong> los más expresivos<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> acción <strong>de</strong>l Espíritu Santo (Cf. San Juan <strong>de</strong> <strong>la</strong> Cruz, L<strong>la</strong>ma <strong>de</strong> amor viva). "No extingáis<br />

el Espíritu"(1 Te 5, 19).<br />

697 La nube y <strong>la</strong> luz. Estos dos símbolos son inseparables en <strong>la</strong>s manifestaciones <strong>de</strong>l<br />

Espíritu Santo. Des<strong>de</strong> <strong>la</strong>s teofanías <strong>de</strong>l Antiguo Testamento, <strong>la</strong> Nube, unas veces oscura,<br />

otras luminosa, reve<strong>la</strong> al Dios vivo y salvador, tendiendo así un velo sobre <strong>la</strong> trascen<strong>de</strong>ncia<br />

<strong>de</strong> su Gloria: con Moisés en <strong>la</strong> montaña <strong>de</strong>l Sinaí (Cf. Ex 24, 15-18), en <strong>la</strong> Tienda <strong>de</strong><br />

Reunión (Cf. Ex 33, 9-10) y durante <strong>la</strong> marcha por el <strong>de</strong>sierto (Cf. Ex 40, 36-38; 1 Co 10, 1-<br />

2); con Salomón en <strong>la</strong> <strong>de</strong>dicación <strong>de</strong>l Templo (Cf. 1 R 8, 10-12). Pues bien, estas figuras<br />

son cumplidas por Cristo en el Espíritu Santo. Él es quien <strong>de</strong>scien<strong>de</strong> sobre <strong>la</strong> Virgen María y<br />

<strong>la</strong> cubre "con su sombra" para que el<strong>la</strong> conciba y dé a luz a Jesús (Lc 1, 35). En <strong>la</strong> montaña<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> Transfiguración es Él quien "vino en una nube y cubrió con su sombra" a Jesús, a<br />

Moisés y a Elías, a Pedro, Santiago y Juan, y "se oyó una voz <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> nube que <strong>de</strong>cía: Este<br />

es mi Hijo, mi Elegido, escuchadle" (Lc 9, 34-35). Es, finalmente, <strong>la</strong> misma nube <strong>la</strong> que<br />

"ocultó a Jesús a los ojos" <strong>de</strong> los discípulos el día <strong>de</strong> <strong>la</strong> Ascensión (Hch 1, 9), y <strong>la</strong> que lo<br />

reve<strong>la</strong>rá como Hijo <strong>de</strong>l hombre en su Gloria el Día <strong>de</strong> su Advenimiento (Cf. Lc 21, 27).

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