08.05.2013 Views

mundo espejo.pdf

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en el desierto y llega la caballería y le dicen: «Bebe esto,<br />

pero no demasiado»?<br />

Ella se lo queda mirando.<br />

Desata del cinturón una cantimplora de plástico y se la pasa.<br />

Bebe un buen sorbo, le da vueltas en la boca, lo escupe y<br />

luego bebe otra vez.<br />

—Me dio la impresión de que Mamá todavía estaba<br />

intentando controlar la situación —dice él—, pero, con la<br />

nariz sangrando y un ojo hinchado y cerrado, le era difícil<br />

resultar convincente.<br />

—¿Sabías que era ella?<br />

—No. Tampoco habría sabido que eras tú si no hubiera oído<br />

«Pollard» o algo parecido, como cinco veces. La verdad es<br />

que había visto un par de fotos en Google, pero no tenías<br />

exactamente tu mejor aspecto, subida en esa camilla con<br />

ruedas. Aunque me pareció que la dama de la nariz sangrante<br />

presionaba tanto que estaba a punto de hacerse arrestar. Creo<br />

que quería convencerlos de que tenían que llevarte arriba, a<br />

tu habitación, y que ella se quedaría contigo. Luego<br />

aparecieron tres tíos con chaquetas de cuero negro, y al<br />

instante todo el <strong>mundo</strong> menos Mamá se mostró muy<br />

deferente. Tú te evaporaste sin más, con tu pequeña camilla,<br />

¡basta de escándalos!, y Mamá se fue con los de las<br />

chaquetas, y no parecía que le hiciera ninguna gracia. Yo me<br />

sentía excluido. Miré mis e-mails. Uno tuyo, con la dirección<br />

de Stella. Le escribí. Le conté que era amigo tuyo y lo que<br />

acababa de ver. Media hora después estaba en un BMW con<br />

una luz azul y una nueva tanda de chaquetas negras,

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