abril 2010 2 - Hello Valencia
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LA CUCHARILLA Y EL TENEDOR<br />
Por Fátima de Alí-Khan<br />
Hay un aspecto de la cubertería que me divierte. Alguien podrá<br />
comentar que la cubertería no es divertida, pues su función<br />
dista mucho del humor, siendo la primera y principal ayudar al<br />
comensal a transportar los alimentos desde el plato a la boca.<br />
Pero con un poco de imaginación ciertos cubiertos son entretenidos.<br />
Los encontramos al final de la comida, en el postre,<br />
siendo indiferente que sea fruta o repostería.<br />
Me llama la atención que la cucharita tradicional sea siempre<br />
más corta que el tenedor. ¿Por qué? ¿O es que la cucharita tiene<br />
menos derechos que el tenedor? Esta discriminación no ayuda,<br />
por la falta de paridad, a enfrentarse al postre.<br />
De un tiempo a esta parte, se observa que en muchos restaurantes,<br />
incluidos los de precio alto, sólo ponen un cubierto<br />
(cucharilla o tenedor) para comer el postre cuando pertenece<br />
al ramo de lo dulce. ¿Qué sucede? Que hay que trabajar mucho<br />
más para conseguir trasladarlo del plato a la boca. Muy a<br />
menudo, por tanto, hay que ayudarse disimuladamente con los<br />
dedos de una de las dos manos. ¿Por qué hemos llegado a este<br />
extremo? Tal vez porque los hosteleros se ahorran así tener más<br />
piezas en stock, gastan menos en detergente y se acumula un<br />
número inferior de cubiertos para el friegue.<br />
De otro lado, las cucharillas alimentan últimamente las inquietudes<br />
escultóricas contemporáneas, fenómeno que incluye a<br />
las vajillas. Vivimos tiempos de “vajillas Calatrava”. Como todo<br />
está ya pintado, esculpido, novelado y musicado, el arte se ha<br />
refugiado en platos, platitos, fuentes, soperas, teteras o saleros.<br />
A menudo, algunos platos recuerda a las naves espaciales y los<br />
platillos volantes.<br />
No está en mi ánimo dar ideas a nadie. Pero con las cucharillas<br />
de postre que se doblan a poco que se fuercen, existe la posibilidad<br />
de construir obras de arte muy originales, en la propia<br />
mesa. Si a veces pido para postre tarta al whisky o crocanti es<br />
para darles formas artísticas a esas flexibles cucharitas populistas.<br />
En un instante es factible levantar, en miniatura, y con<br />
mirada contemporánea, la torre Eiffel.<br />
Actuando así, sobre todo en los restaurantes playeros de arroces<br />
y sangría, he esculpido obras que, si una tuviera fama, estarían<br />
en más de un museo contemporáneo, sin desmerecer de<br />
las tuberías de gas ciudad o la chapa de automóviles para el<br />
desguace que forman parte de eso que los críticos de arte denominan<br />
“instalaciones”. Antiguamente, las instalaciones eran<br />
cosa de los fontaneros y los electricistas.<br />
El mago Uri Geller doblaba mentalmente cucharillas y tenedores<br />
de postre en la televisión de los años 70. Lo hacía sin más objetivo<br />
que asombrar a los espectadores. El caso es que sigo sin<br />
averiguar por qué la cucharilla tradicional y popular de postre<br />
es más corta que el tenedor, su acompañante. Tampoco es que<br />
me quite el sueño.