Elementos Nº 39 DEMOCRACIA I - El Manifiesto
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hecho de su independencia primordial. La<br />
legitimidad de la autoridad pública y de la<br />
organización del cuerpo político deja de ser<br />
trascendente. Dicha legitimidad ya sólo<br />
puede emanar del acuerdo permanente<br />
entre los individuos que componen el<br />
cuerpo político y que ponen en común,<br />
contractualmente, los derechos de los que<br />
cada uno dispone en propio o de suyo. Esta<br />
y no otra es la revolución de origen y la<br />
naturaleza del derecho que ha hecho del<br />
derecho moderno -convertido por esencia en<br />
derecho de los individuos- un vector de la<br />
autonomía.<br />
En tercer lugar, el proceso de salida de<br />
la religión ha acontecido, finalmente, debido<br />
a la inversión de la orientación temporal de<br />
la actividad colectiva. A contrapelo de la<br />
obediencia incondicional al pasado<br />
fundador y de la dependencia respecto a la<br />
tradición, la historicidad de los modernos<br />
proyecta a la humanidad hacia delante en<br />
aras de la invención de su futuro. Este tipo<br />
de historicidad sustituye la autoridad del<br />
origen, fuente del orden inmutable llamado<br />
a reinar entre los hombres, por la autoconstitución<br />
del mundo humano en el<br />
transcurso temporal, orientado hacia el<br />
futuro. Es lo que podemos denominar la<br />
orientación histórica, tercer vector de la<br />
autonomía humana, puesto que a través de<br />
ella la humanidad acaba por producirse<br />
deliberadamente a sí misma en el tiempo.<br />
La historia de la modernidad es, en el<br />
sentido más profundo del término, la<br />
historia del despliegue sucesivo y de la<br />
conjugación progresiva de estos tres<br />
vectores de la autonomía. Evidentemente,<br />
no se trata en ninguno de estos tres aspectos<br />
de un surgimiento instantáneo, sino de una<br />
expresión que toma cuerpo poco a poco, de<br />
una lenta expansión que desplaza y hace<br />
añicos poco a poco los mecanismos<br />
poderosamente constituidos por la<br />
estructuración heterónoma. Vemos así como<br />
la lógica inmanente del Estado se abre paso<br />
sobre la base de la lógica de la monarquía<br />
sagrada a la que estuvo asociada desde un<br />
principio, hasta que la abstracción de la cosa<br />
pública acabó por destronar la<br />
personificación real del poder. Poco a poco,<br />
de manera semejante, la redefinición del<br />
derecho en el seno del cuerpo político sobre<br />
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la base de los derechos individuales revela<br />
su alcance democrático. La libertad del<br />
estado de naturaleza no puede acabar sino<br />
imponiéndose en el estado de sociedad. De<br />
igual modo, la orientación histórica se hace<br />
cada vez más profunda con el discurrir<br />
progresivo de un basculamiento cada vez<br />
más pronunciado hacia el futuro y de una<br />
extensión de la acción determinada por su<br />
perspectiva. Es lo que comúnmente<br />
denominamos “la aceleración de la historia”,<br />
expresión poco acertada de cara a una<br />
percepción ajustada de las cosas. Existe por<br />
tanto un crecimiento, en el sentido de una<br />
expresión dilatada sin cesar de estas nuevas<br />
articulaciones de la experiencia colectiva, a<br />
medida que se afloja la opresión del antiguo<br />
modelo de organización según el poder de<br />
los dioses, la autoridad del todo y la<br />
dependencia con relación al pasado.<br />
Desde un principio, este inventario<br />
dinámico de componentes de la modernidad<br />
comprendido como materialización de la<br />
autonomía hace patente aquello que<br />
fundamentalmente va a diferenciar la<br />
democracia de los Modernos de la<br />
democracia de los Antiguos. La democracia<br />
de los Modernos está suspendida de tres<br />
nociones preliminares o dimensiones ajenas<br />
al poder en común de la ciudad antigua: ella<br />
se sirve del subterfugio del Estado; reposa<br />
sobre el derecho universal de los individuos;<br />
se proyecta en la auto-producción colectiva.<br />
Tres nociones preliminares o dimensiones<br />
que añaden una gama de problemas inéditos<br />
con relación a los que conocieron los<br />
Antiguos.<br />
<strong>El</strong> desarrollo y los problemas de la<br />
democracia moderna deben ser analizados a<br />
la luz del establecimiento de estos tres<br />
vectores. Estos problemas se reducen desde<br />
el principio a la cuestión del gobierno de la<br />
autonomía o, si se prefiere, del dominio de<br />
los vectores de la autonomía. <strong>El</strong> Estado<br />
procura a la comunidad humana los medios<br />
para su autonomía; hace falta todavía que<br />
los sepa utilizar, los domine y no se deje<br />
conducir por ellos. <strong>El</strong> individuo de derecho<br />
da cuerpo al fundamento autónomo de la<br />
comunidad humana; hace falta todavía<br />
construir el poder correspondiente a esa<br />
libertad contractual de los individuos,<br />
contra la dispersión y la disolución del