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Elementos Nº 39 DEMOCRACIA I - El Manifiesto

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elevada a libertad democrática. Del<br />

liberalismo democratizado, hemos pasado a<br />

la democracia liberal en la plenitud del<br />

término.<br />

<strong>El</strong> hecho es que estas grandes reformas<br />

operadas tras la segunda guerra mundial se<br />

han mostrado sumamente eficaces, a medio<br />

plazo, para obtener el asentimiento de las<br />

poblaciones. Han desarmado poco a poco<br />

los temores y rechazos que durante un<br />

tiempo, particularmente durante la gran<br />

tormenta de los años 30, parecían que iban a<br />

hacer naufragar a los regímenes liberales,<br />

condenados por lo que parecía ser una<br />

debilidad irremediable. Dichas reformas han<br />

determinado una adhesión a la democracia<br />

bastante profunda para caminar, a partir de<br />

mediados de los 70, en medio de una grave<br />

crisis económica. La crisis consecutiva al<br />

crac de 1929 había exasperado las protestas<br />

revolucionarias; la crisis consecutiva al<br />

conflicto petrolífero de 1973 estará marcada<br />

por el abandono de las esperanzas<br />

revolucionarias y el descrédito de las<br />

promesas totalitarias.<br />

La expansión de la autonomía<br />

Más allá del mal funcionamiento de los<br />

mecanismos económicos, esta crisis va a<br />

revelarse, poco a poco, como la señal de un<br />

cambio de mundo, aquí comprendido en la<br />

acepción literal del término, un cambio de<br />

geografía mundial, un cambio de base<br />

material de nuestras sociedades, del<br />

capitalismo, de la industria y del sistema<br />

técnico. De la esfera económica, el cambio va<br />

a extenderse a la esfera política. <strong>El</strong> espíritu<br />

de las medidas de regulación y liberación<br />

adoptadas para relanzar el crecimiento va a<br />

penetrar en el dominio de las instituciones<br />

públicas, con poderosos efectos. <strong>El</strong> equilibrio<br />

de la síntesis entre dimensión democrática y<br />

dimensión liberal, mal que bien logrado al<br />

comienzo de los años 70, se va a romper en<br />

beneficio de una hegemonía renovada de la<br />

dimensión liberal.<br />

Este renacimiento tanto práctico como<br />

ideológico del liberalismo, tras una larga<br />

fase de eclipse, resulta el aspecto más visible<br />

de la trasformación del paisaje colectivo en<br />

el último periodo. Pero la significación del<br />

fenómeno es mucho más profunda. La<br />

inflexión ideológica sólo es el aspecto<br />

70<br />

manifiesto de una mutación de conjunto que<br />

tiene su origen en una reactivación del<br />

proceso de salida de la religión. Sólo bajo<br />

esta luz podemos reconocer todas sus<br />

dimensiones. <strong>El</strong> desgarramiento de la<br />

estructuración religiosa estaba lejos de darse<br />

por acabado. Podía parecer que se había<br />

consumado desde el punto de vista de las<br />

reglas explícitas que gobiernan la actividad<br />

colectiva, pero no lo estaba desde el punto<br />

de vista de los mecanismos efectivos y de los<br />

supuestos tácitos de la vida en sociedad.<br />

Esta reserva oculta era la que habían<br />

explotado las religiosidades totalitarias.<br />

Ahora bien, los resultados espectaculares en<br />

materia de concretización de la autonomía<br />

obtenidos gracias a la fase de consolidación<br />

que va desde 1945 a 1975 han creado las<br />

condiciones para un paso suplementario.<br />

Han puesto las bases y acumulado los<br />

medios para una nueva fase de expansión de<br />

la organización según la autonomía. Esta se<br />

traduce en nuevos desarrollos de sus tres<br />

vectores, desarrollos que echan a perder las<br />

combinaciones y los compromisos que con<br />

anterioridad se habían establecidos entre<br />

ellos. Uno de los vectores, el del derecho,<br />

parece predominar sobre los otros y dictar<br />

su ley de manera hegemónica. Esto es en<br />

parte un efecto óptico. En realidad, se<br />

produce una profundización simultánea de<br />

lo política, del derecho y de la historia. Pero<br />

el estatuto y el aspecto que su<br />

profundización confiere a lo política y a la<br />

historia quedan, por así decirlo, ocultos a la<br />

vista. <strong>El</strong> Estado-nación es más estructurante<br />

que nunca, salvo que lo es bajo un modo<br />

infra-estructural, y teniendo como fondo el<br />

desvanecimiento de la trascendencia<br />

imperativa que le proporcionaba la<br />

estructuración religiosa, de tal modo que el<br />

retroceso en sus atribuciones anteriores<br />

aparece como un fracaso, aunque de hecho,<br />

si ha dejado de ordenar la economía es<br />

porque previamente le ha servido de apoyo.<br />

Pero es así: conforme su papel resulta más<br />

importante, menos manifiesto es. Nunca,<br />

igualmente, el sentimiento de aceleración de<br />

la historia ha sido tan generalizado, y con<br />

toda la razón, por poco adecuada que sea la<br />

expresión. La amplificación de la acción<br />

histórica es sin duda destacable. Salvo que<br />

este ahondamiento de la orientación<br />

productiva hacia el futuro tiene como

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