Elementos Nº 39 DEMOCRACIA I - El Manifiesto
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sospechoso frente a la idea de derecho a la<br />
que ella procura conformarse. Paradoja<br />
suprema: ella se hace antipolítica.<br />
Históricamente, las democracias modernas<br />
se han constituido sobe la base de la<br />
apropiación del poder público por parte de<br />
los miembros del cuerpo político. <strong>El</strong>las han<br />
supuesto la formación de un Estado inédito<br />
en su tipo, en el que la comunidad de<br />
ciudadanos podía reconocerse y proyectarse,<br />
y en el que podía poner a su servicio el<br />
poder legítimo. Su nuevo ideal consiste en<br />
neutralizar el poder sea cual fuere, de<br />
manera que la soberanía de los individuos<br />
quede al abrigo de todo perjuicio. Ahí radica<br />
la razón profunda del estremecimiento de<br />
los Estados y del principio de su autoridad<br />
en la democracia actual. Todo ello va mucho<br />
más allá del mero retroceso de sus<br />
atribuciones económicas. Tiene que ver con<br />
la interferencia de su naturaleza y papel en<br />
el espíritu de los pueblos. La verdad es que<br />
ya no se comprende su función de vectores<br />
operativos del gobierno en común. Su acción<br />
está afectada de una ilegitimidad difusa por<br />
una sospecha estructural arbitraria.<br />
La democracia de los derechos humanos<br />
se ve abocada de este modo, por una<br />
propensión poderosa, a rechazar los<br />
instrumentos prácticos de los que necesita<br />
para poder ser efectiva. De ahí el<br />
descubrimiento doloroso de la impotencia<br />
pública sobre la que descansa<br />
permanentemente. Es, de hecho, esta<br />
impotencia la que le da origen. Sin duda,<br />
dicha impotencia procede, por una parte, de<br />
factores externos: depende, en cierto modo,<br />
de las tan famosas “presiones externas”.<br />
Pero, en la mayor parte de los casos, procede<br />
de factores internos. La idea que la<br />
democracia se hace de sí misma le impide<br />
admitir los medios de su concretización: la<br />
condena a la evasión en lo virtual.<br />
De este modo, la presente crisis de la<br />
democracia merece el nombre de crisis de<br />
los cimientos de la democracia. Una crisis de<br />
cimientos cuyo nudo no es otro que la<br />
puesta al frente de los fundamentos de<br />
derecho de la democracia. Fundamentos<br />
jurídicos contra cimientos históricos y<br />
políticos: tal es la lucha intestina singular<br />
que hace problemático, de nuevo, el régimen<br />
de la libertad al convertir la autonomía en<br />
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algo imposible de gobernar. <strong>El</strong> desarrollo y<br />
profundización de la estructuración<br />
autónoma del mundo humano-social ha<br />
engendrado una democracia de los derechos<br />
humanos que, en su funcionamiento actual,<br />
tiende a negar, es decir, a disolver sus<br />
condiciones prácticas de ejercicio. Así es<br />
como me parece que debe se comprendido<br />
el origen del misterioso marasmo que afecta<br />
a nuestros regímenes, divididos como están<br />
entre una certeza nueva sobre los principios<br />
que los deben guiar y una incertidumbre<br />
inédita en cuanto a su puesta por obra.<br />
Pero vista desde la perspectiva de la<br />
amplia duración del devenir moderno, la<br />
crisis todavía puede ser analizada en otros<br />
términos. <strong>El</strong>la se presenta de manera típica<br />
como un problema de composición entre los<br />
elementos que integran las sociedades tras la<br />
salida de la religión, entre los tres vectores<br />
de la autonomía. Se trata de una crisis de<br />
nuestro régimen mixto. <strong>El</strong> último avance de<br />
la revolución moderna ha propulsado el<br />
derecho, que ha acabado por adoptar una<br />
posición dominadora y motriz,<br />
descalificando lapolítica y haciendo sombra<br />
a lo social-histórico -lo político, en ausencia<br />
de lo cual el derecho resulta un ideal sin<br />
cuerpo, y lo social-histórico que sin su<br />
control provoca que el derecho reine<br />
ignorando sus efectos reales-. De ahí las<br />
contradicciones permanentes que dan<br />
lazada a este unilateralismo. Pues lo que la<br />
óptica dominante no tiene en cuenta no por<br />
ello existe en menor medida, no dejando de<br />
ser comprendido, en este caso de manera<br />
inconsciente, por aquellos que nada quieren<br />
saber de él. Los zelotes más encarnecidos del<br />
derecho no cesan de apelar, muy a su pesar,<br />
a esa política de la que, por otra parte,<br />
aspiran a liberarse. De igual modo, se ven<br />
obligados a constatar que las normas cuyo<br />
sentido creen conocer adquieren, de manera<br />
eventual, un alcance totalmente imprevisto a<br />
la luz del desarrollo social efectivo en que se<br />
inscriben. Hablando de manera más<br />
concreta, y con el derecho como bandera, la<br />
economía es la que impone su ley, no sin<br />
influir en la imagen de los poderes y<br />
libertades del individuo. Estas discordancias<br />
constantes hacen que arraigue el sentimiento<br />
de una sociedad condenada a ignorarse, de<br />
un colectivo que se sustrae a toda