Elementos Nº 39 DEMOCRACIA I - El Manifiesto
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<strong>El</strong> segundo afirma que es menester dejar<br />
libres a los individuos, por los mismos<br />
motivos, ad intra de la sociedad, en tanto<br />
que actores de la historia. <strong>El</strong> poder, en un<br />
marco tal, ya no puede ser considerado<br />
como la causa de la sociedad, como la<br />
instancia encargada de hacerla existir<br />
mediante su ordenación, ya sea a través de<br />
la refracción de un orden trascendente o<br />
bien a título de administración de sus<br />
necesidades internas. <strong>El</strong> poder es<br />
considerado como efecto de la sociedad. <strong>El</strong><br />
poder ha sido segregado por la sociedad y<br />
no tiene otro papel que cumplir las misiones<br />
que ella le encomiende. En una palabra, su<br />
sentido no es otro que representarla. Una<br />
tarea de representación cuyo desempeño<br />
será mejor por parte del poder en la medida<br />
en que la sociedad sea explícitamente<br />
reconocida y el poder sea designado de<br />
manera más libre por la colectividad.<br />
Propongo denominar inversión liberal a<br />
esta redefinición de las relaciones entre<br />
poder y sociedad que da origen al gobierno<br />
representativo en su sentido moderno. En<br />
este caso ya no se trata de asociar la mejor<br />
parte del cuerpo social al poder, como<br />
sucedía en la representación medieval; de lo<br />
que se trata en este caso es de trasformar el<br />
poder en expresión de la sociedad, en la<br />
medida en que esta última constituye el<br />
centro de la creación colectiva.<br />
Del mismo modo, propongo calificar<br />
como hecho liberal a este reconocimiento<br />
práctico de la independencia de la sociedad<br />
civil y de la iniciativa de los actores de la<br />
sociedad civil, o, para darle una formulación<br />
que resalta de entrada su carácter<br />
revolucionario, a este reconocimiento de la<br />
prioridad y primacía de la sociedad civil<br />
sobre el gobierno político –un<br />
reconocimiento que supone como<br />
consecuencia la admisión de la esencia<br />
representativa de la legitimidad política-.<br />
Sólo la justa traducción de las necesidades<br />
de la sociedad puede dar pie a un gobierno<br />
legítimo, sea cual sea su forma institucional.<br />
Decimos que es un hecho porque,<br />
independientemente de la ideología liberal,<br />
esta primacía de la sociedad constituye<br />
objetivamente la articulación central de la<br />
sociedad de la historia. Entendemos por tal<br />
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la sociedad que no sólo se comprende como<br />
histórica, sino que se organiza como<br />
histórica. La ideología liberal no es más que<br />
una lectura entre otras posibles de este<br />
hecho y de los resultados políticos que<br />
conlleva.<br />
Dicho de otro modo: nuestras<br />
sociedades están dotadas de una estructura<br />
liberal en función de su orientación<br />
histórica, de su prosecución de la autonomía<br />
por medio de su trabajo de trasformación y<br />
de producción por sí mismas.<br />
La primera crisis de la democracia<br />
Bajo el signo liberal, la democracia entra<br />
poco a poco en las sociedades europeas a lo<br />
largo del siglo XIX, según un proceso que<br />
puede resumirse en la extensión<br />
democrática del gobierno representativo<br />
gracias al sufragio universal. <strong>El</strong> gobierno<br />
representativo se apropia en un principio de<br />
una versión elitista, reservando el<br />
desempeño del interés colectivo a la<br />
deliberación de los más responsables y<br />
clarividentes. Pero, puesto que a partir de<br />
sus propias premisas, el régimen liberal está<br />
avocado según la historia a desarrollarse en<br />
forma de liberalismo democrático, síguese<br />
de aquí que cada actor acaba por ser<br />
reconocido como el mejor juez de sus<br />
intereses y que la representación es juzgada<br />
tanto más eficaz cuanto mayor es el número<br />
de actores de la historia común. Esta<br />
democratización irresistible de los<br />
regímenes representativos es la que<br />
efectivamente va a triunfar en torno a 1900.<br />
Al mismo tiempo, este advenimiento del<br />
gobierno liberal-democrático va a venir<br />
acompañado de una crisis que puede ser<br />
reconocida como la primera crisis de<br />
crecimiento de la democracia, con los<br />
caracteres distintivos que dimanan del<br />
hecho de que se trata de una crisis de<br />
implantación. Dicha crisis se incuba y se<br />
perfila a lo largo del periodo-bisagra que va<br />
de 1880 a 1914, y acabará explotando poco<br />
después de la primera guerra mundial para<br />
culminar en los años 30.<br />
Se trata de una crisis de crecimiento<br />
puesto que, por una parte, la legitimidad<br />
democrática pasa a formar parte de los<br />
hechos e impone el reinado de las masas,