Elementos Nº 39 DEMOCRACIA I - El Manifiesto
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sentir las revisiones desgarradoras que se<br />
perfilan con relación a la fe actualmente<br />
dominante en la magia de las regulaciones<br />
automáticas. A decir verdad, la coacción<br />
ecológica, con lo que ella significa de<br />
obligación de producir la naturaleza, no<br />
supone sino la ilustración más evidente de<br />
una coacción general en la que el conjunto<br />
de condiciones de nuestra existencia que<br />
consideramos como dadas van a tener que<br />
ser queridas. Una situación en la que no será<br />
suficiente ninguno de los recursos de la<br />
inteligencia y del poder colectivo.<br />
Otras tantas razones me parecen que<br />
justifican un pesimismo a corto plazo y un<br />
optimismo a largo plazo, si me permiten que<br />
retome una fórmula que a continuación he<br />
de precisar. A corto plazo, lo más probable,<br />
en el estadio en el que nos encontramos, es<br />
que la crisis se agrave. Nos encontramos al<br />
final de la descomposición de los antiguos<br />
equilibrios y del arranque de los nuevos<br />
factores. A largo plazo, en cambio, existen<br />
sólidos motivos para pensar que la presente<br />
crisis de crecimiento es susceptible de ser<br />
superada. No sólo el ejemplo del pasado es<br />
ilustrativo en este sentido, sino que existen<br />
signos numerosos de que el trabajo de<br />
recomposición está ya en marcha, aunque<br />
todavía de manera embrionaria.<br />
Podemos estimar de manera<br />
razonablemente fundada que la democracia<br />
del año 2000 es superior a la del año 1900.<br />
No me parece irracional creer que la<br />
democracia del año 2100 puede ser una<br />
democracia sustancialmente más<br />
perfeccionada que la que nosotros<br />
conocemos. Nos toca a nosotros trabajar por<br />
ello.<br />
© Edición y traducción de Víctor Eremita<br />
77<br />
Democracia morbosa<br />
Variaciones sobre un tema de Ortega<br />
_________________________________<br />
Ignacio Sánchez Cámara<br />
1. Exposición del tema: la democracia<br />
morbosa<br />
Un título general tan orteguiano como<br />
el que ostenta este Seminario (Los temas de<br />
nuestro tiempo) sólo podía generar otro<br />
igualmente orteguiano por mi parte:<br />
"Democracia morbosa". Título de un artículo<br />
publicado por Ortega y Gasset en 1917 e<br />
incluido en el tomo II de <strong>El</strong> Espectador<br />
(Obras Completas, II, pp. 135-1<strong>39</strong>). Quizá en<br />
pocas ocasiones tan escasas páginas han<br />
podido ser tan tergiversadas y<br />
malinterpretadas. En algunos casos, se diría<br />
que sus contumaces detractores apenas<br />
pasaron del título, y éste actuó a modo de<br />
fuerza disuasoria de la comprensión. La<br />
democracia es una enfermedad. Otros, los<br />
entusiastas de la hiperdemocracia, no<br />
podían compartir una tesis que se dirigía<br />
contra el centro de sus convicciones. Pero<br />
éstos, al menos, no lo malentendían.<br />
Comenzaba Ortega su artículo<br />
denunciando el plebeyismo, el más<br />
insufrible de los tiranos, que, triunfante en<br />
todo el mundo, ejercía su tiranía en España.<br />
Al amparo de la noble idea de la<br />
democracia, se desliza la afirmación de todo<br />
lo bajo y ruin. Lo que el filósofo censuraba<br />
no era la democracia política, sino la<br />
democracia "exasperada y fuera de sí, la<br />
democracia en religión o en arte, la<br />
democracia en el pensamiento y en el gesto,<br />
la democracia en el corazón y en la<br />
costumbre", que es "el más peligroso morbo<br />
que puede padecer una sociedad". Reducida<br />
al ámbito de la política, la democracia es la<br />
más noble de las ideas. Fuera de ese ámbito,<br />
en todo lo demás, se convierte en una<br />
enfermedad que amenaza con el<br />
envilecímiento a la sociedad. Y todo lo<br />
demás es casi todo y, desde luego, la mayor<br />
parte de nuestra vida. La democracia no