2008 481 LNB - Asamblea Legislativa de la República de Panamá
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El brillo <strong>de</strong> <strong>la</strong> hoja se esparció entre <strong>la</strong> floresta y nuevamente, Pedro<br />
comenzó a salomar, era su forma <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle al monte que no tenía ni<br />
conocía el miedo.<br />
Des<strong>de</strong> muy niño, había quedado huérfano, sus padres habían muerto<br />
y él se quedó al cuidado <strong>de</strong>l sacerdote <strong>de</strong>l pueblo. Con el padre<br />
Miguel, que así se l<strong>la</strong>maba el cura, aprendió a rezar, pues lo ayudaba<br />
en <strong>la</strong>s misas y ahora era el momento <strong>de</strong> poner en práctica todo lo que<br />
recordaba.<br />
¡Ave María Purísima! musitó, intentando <strong>de</strong>scifrar el canto <strong>de</strong> aquel<br />
pájaro <strong>de</strong> ojos gran<strong>de</strong>s.<br />
Entre sus manos tomó el rosario que amarrado tenía en su correa, y<br />
recordó que fue lo “único” que <strong>de</strong> sus padres obtuvo como herencia,<br />
y apretándolo entre sus rudas manos, acostumbradas a <strong>la</strong>s <strong>la</strong>bores <strong>de</strong>l<br />
campo se encomendó a <strong>la</strong> potencia celestial: Virgencita mi<strong>la</strong>grosa,<br />
¡Virgen <strong>de</strong> <strong>la</strong>s Merce<strong>de</strong>s! Protégeme <strong>de</strong>l maligno, guía mis pasos y<br />
los <strong>de</strong> Moro, recuerda que te hice una promesa y voy hacia allá, a<br />
cumplirte, pero sin tu ayuda no podré llegar.<br />
Silencio -- oscuridad -- silencio.<br />
De pronto, a lo lejos, un gallo cantó; otros le siguieron como un coro<br />
<strong>de</strong> l<strong>la</strong>mada - respuesta.<br />
Pero Moro seguía corcoveando, el animal, con sus sentidos habituados<br />
a lo extraño, a lo sobrenatural presentía algo, algo misterioso envolvía<br />
el ambiente.<br />
Aquel caballo, regalo <strong>de</strong>l sacerdote que lo crió, lo recibió cuando <strong>de</strong>jó<br />
el pueblo y hacia el monte partió, era el amigo inseparable <strong>de</strong> Pedro,<br />
juntos habían soportado <strong>la</strong>s inclemencias <strong>de</strong>l tiempo, el trabajo duro<br />
<strong>de</strong>l campo y ahora nuevamente se enfrentaban a lo <strong>de</strong>sconocido.<br />
Sin embargo, aquel hombre, curtido en <strong>la</strong> soledad, acostumbrado a lo<br />
imprevisto, mantuvo <strong>la</strong> calma, pensativo y como si el brioso corcel<br />
le entendiera le dijo: ¡ Vamos Moro, lo que Dios quiera será!<br />
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