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Edição Especial - Faap

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En cuanto a los conflictos tradicionales entre Estados, en América Latina<br />

tuvieron siempre que ver con cuestiones de límites. Como la nacionalidad se<br />

define básicamente en el continente sobre la base del marco territorial, todo lo<br />

que amenazara a ese marco significaba una amenaza a la seguridad nacional. La<br />

consolidación de las fronteras en el último decenio del siglo veinte ha sido en<br />

ese sentido un hecho de enorme importancia. Chile y la Argentina y Perú y<br />

Ecuador pusieron fin a los conflictos más peligrosos. Lo mismo cabe decir de la<br />

Argentina y el Brasil: la discrepancia sobre las hidroeléctricas era en definitiva<br />

un problema de fronteras y de zonas de influencia disimulado.<br />

Hay todavía dos fronteras calientes en términos tradicionales. Una es la de<br />

Bolivia y Chile, otra la de Colombia y Venezuela, tanto en tierra como en el<br />

mar. En este último caso, la delimitación en el mar, estamos ante un problema<br />

de tipo clásico; en el otro, más bien se trata de un problema de ausencia de<br />

Estado. Esto nos pone en la antesala de los problemas de seguridad que se<br />

plantean en el siglo XXI para los distintos países de la región.<br />

4. La soberanía es un concepto territorial. Como diría Hermann Heller,<br />

llamamos soberano al poder jurídicamente supremo y normalmente más fuerte<br />

dentro de un territorio. Denominamos Estado a la organización que posee<br />

dicho poder soberano y le atribuimos en la fórmula de Weber el monopolio del<br />

uso legítimo de la fuerza.<br />

La soberanía es un concepto jurídico, pero también de hecho. Puede<br />

ocurrir que el Estado encuentre dificultades en el ejercicio de su fuerza, sean<br />

temporales o territoriales. El poder estatal, a través de sus organismos de<br />

seguridad puede controlar durante todo el tiempo todo el territorio o puede<br />

hacerlo parte del tiempo o puede ejercerlo en parte del territorio. La inmensa<br />

mayoría de los problemas de violencia que existen en el mundo de hoy derivan<br />

de la parcialidad en el ejercicio de la soberanía nominal lo que se agrava cuando<br />

existen diferencias étnicas, religiosas o lingüísticas.<br />

En América del Sur tenemos hoy varios casos en los que la principal<br />

amenaza a la seguridad resulta del ejercicio intermitente o geográficamente<br />

limitado del poder estatal. El caso más evidente es, desde luego, Colombia. La<br />

presencia sólo parcial del Estado determina la aparición de otros candidatos a<br />

cumplir con las funciones que le son inherentes, en particular el ejercicio de la<br />

fuerza. Esos candidatos son, como el Estado, organizaciones cuya naturaleza<br />

puede ser política, criminal o una combinación entre ambas. Si a esto se le suma<br />

la posible conexión con el fenómeno global del terrorismo, la cuestión adquiere<br />

una gravedad tal que puede convertir el caso de Colombia en uno de los más<br />

relevantes del escenario internacional. De hecho no lo es hoy por la aparición<br />

del fundamentalismo global islámico y las guerras mayores que ha provocado.<br />

La situación del estado colombiano no es un fenómeno histórico inédito.<br />

Puede cotejarse con cualquier estado europeo moderno en los tiempos de lucha<br />

del poder monárquico con los señores feudales o del estado chino gobernado<br />

por el Kuomintang durante los primeros tiempos de la revolución comunista o<br />

del Vietnam durante la guerra entre las autoridades de Saigón y el Vietcong. En<br />

20<br />

Revista de Economia & Relações Internacionais, vol.5(edição especial), 2006

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