Edição Especial - Faap

situaciones distintas a Venezuela, Brasil, Argentina o Uruguay. Chile tiene un
problema localizado, potencialmente serio, pero de menor dimensión.
Paraguay es una nación altamente integrada a despecho de la dualidad guaraní.
Guyana tiene serios problemas potenciados por su incorporación a la
Conferencia Islámica, de la que también forma parte Surinam.
Bolivia es un país bilingüe o trilingüe si se quiere, con profundas
diferencias étnicas y con potenciales problemas de unidad nacional. En
Ecuador, la división social que acentúan las reivindicaciones indígenas no parece
estar en condiciones de ser adecuadamente controlada por el poder
crecientemente debilitado del gobierno central. En Perú la profunda división
étnica parece haber agravado los problemas potenciales bajo la gestión del
actual presidente a pesar de sus aparentes logros económicos. En Colombia el
tema indígena existe aunque en proporción menor. Tirofijo es evidentemente
un aborigen. Pero aunque nunca visitó Bogotá, su movimiento tiene un perfil,
al menos parcial, suficientemente moderno como para recibir al presidente de
la Bolsa de Nueva York.
¿Pueden estas divisiones étnicas plantear problemas serios de seguridad? La
respuesta es: probablemente sí. Las identidades de estas poblaciones parecen
hoy relativamente poco comprometidas con el Estado territorial, que es el crisol
de las nacionalidades latinoamericanas. El indigenismo ha generado además una
ideología que alienta a grupos con fuerte financiamiento extranjero, europeo, y
que son activos incluso en la Argentina donde la población autóctona es muy
pequeña. Por supuesto que hay también intereses económicos en juego, ya que
las poblaciones indígenas tienen títulos a hacer valer muchas veces vulnerados,
lo que ocurre tanto en la Argentina como en Brasil.
Entre tanto, la exaltación del pasado indígena, la crítica a la conquista y
colonización europea, la pretendida resurrección de lenguas autóctonas no
como esfuerzo filológico valioso sino como reivindicación política, son
instrumentos de protesta antimoderna que, aliados a la pobreza extrema que
afecta a la mayor parte de la población india, puede ser fuente de serios
problemas futuros. En todo caso, el caldo de cultivo está disponible.
10. Ese componente antimoderno se alía con facilidad con los reclamos por
la creciente desigualdad y la creciente pobreza. La pobreza de nuestros días, en un
contexto de creciente urbanización, alienta procesos nuevos. La marginalización
de extensos sectores sociales, la práctica imposibilidad de integrar a una buena
parte de las juventudes en los sistemas de educación y de trabajo alimenta de
manera explosiva las tendencias al terrorismo y a la violencia.
En la Argentina de hoy el tema de la violencia y la inseguridad se ha
convertido en el principal factor de amenaza a la gobernabilidad y a la
estabilidad institucional. La zona más crítica es la del gran Buenos Aires, donde
el 80% de los jóvenes crecen en hogares gravemente distorsionados. Sólo el 17%
de las familias en la zona más vital de la política argentina, pueden considerarse
estables y normales. Esta pobreza no es la misma pobreza del Brasil de los años
cincuenta. Tiene un dinamismo y una potencialidad de violencia y acción frente
La temática de seguridad..., Oscar Camilión, p. 17-29
27