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cantada con su vigilia de<br />
cuerpo presente, si fuera hora<br />
competente o sino al otro<br />
día siguiente y para el funeral<br />
y entierro dejo una mula<br />
pequeña de silla, para que<br />
con ella me haga la caridad<br />
de hacerme el bien de d<strong>ec</strong>irme<br />
la misa cantada con su<br />
vigilia. Y por acompañamiento<br />
dejo cuatro varas de<br />
lienzo".<br />
Juan Mantilla (4) también<br />
aspiraba a que con su "cuerpo presente<br />
se diga misa cantada y vigilia<br />
con dos misas rezadas". Por su<br />
parte Mariano Muriel (16), en<br />
1830, d<strong>ec</strong>laraba para que constara<br />
que tenía tratado" con mi Párroco<br />
los der<strong>ec</strong>hos funerarios y la pompa<br />
designando para eso dos platos de<br />
plata con dos cubiertos y una totuma,<br />
todo nuevo".<br />
También en esto se hace notorio<br />
el poder <strong>ec</strong>onómico; los pudientes<br />
pagaban con generosidad<br />
su velorio y entierro, los gastos<br />
ocasionados a la Iglesia y fábrica,<br />
andas y lutos, cantores, organista,<br />
sacristanes, sacerdotes, campanas,<br />
cera y sepultureros.<br />
Otra forma de solventar los<br />
gastos fue la que optó doña Josefina<br />
Manosalvas (15) al d<strong>ec</strong>larar:<br />
Dejo para mi entierro (si<br />
Dios me llevase de esta enfermedad)<br />
una paila de 52<br />
libras para que se la entreguen<br />
al Rvdo. Padre Cura<br />
para que con su valor se paguen<br />
der<strong>ec</strong>hos parroquiales,<br />
acompañamiento, sepultura,<br />
cantores, cera y sacristanes,<br />
de suerte que como soy una<br />
pobre cargada de hijos y de<br />
cortas facultades ... su Reverencia<br />
me haga esta obra de<br />
caridad".<br />
Jacinto Jara (12) señaló también:<br />
"se me diga una misa cantada<br />
con su vigilia de cuerpo presente y<br />
los demás sufragios por mi alma<br />
bajo la voluntad de mis albaceas".<br />
La auténtica preocupación<br />
por la salvación posterior queda<br />
demostrada por la abundancia de<br />
misas que los difuntos esperan escuchar<br />
para asegurar su parte de<br />
paraíso; así como también los<br />
montos que r<strong>ec</strong>ibía la Iglesia por<br />
este constante concepto. En el testamento<br />
de María Cutucuamba,<br />
muerta en 1848, se encuentra su<br />
voluntad:<br />
D<strong>ec</strong>laro que las misas a San<br />
Gregario que tiene darlas mi<br />
hijo Pablo, las 33 primeras<br />
las pague al señor Cura de<br />
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