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Antonio Ortiz (2) d<strong>ec</strong>laraba:<br />
Es mi voluntad que de mis<br />
bienes y por una vez se den<br />
limosna a las mandas forzosas<br />
y acostumbradas a medio<br />
real cada una; un real a<br />
la Cofradía del Santísimo<br />
Sacramento y otro real a las<br />
Casas Santas de Jerusalén,<br />
en donde Cristo obró nuestra<br />
redención.<br />
Josefa Sáenz de Viteri (20)<br />
deja a la Venerable Mariana de Jesús,<br />
un peso para su canonización.<br />
También José López (24) donó un<br />
real por una sola vez para la canonización<br />
del Venerable Palafox, y<br />
Venerables Mariana de Jesús y sor<br />
Sebastiana de Casio. Lo mismo hizo<br />
Manuela Cáceres (25), quien<br />
dejó sus reales para la Santa Casa<br />
de Jerusalén; redención de cautivos<br />
cristianos y la beatificación de Mariana<br />
de Jesús.<br />
El aportar <strong>ec</strong>onómicamente<br />
al rescate de los cautivos del turco,<br />
en su intento por librar el santo sepulcro<br />
de las manos de infieles, fue<br />
una práctica muy difundida en el<br />
mundo cristiano durante varios siglos.<br />
Su piadoso fin conmovió todas<br />
las conciencias, obligadas o<br />
no, a pesar de la distancia geográfica,<br />
a contribuir a su libertad; lo<br />
que jamás se conoció fue si ese dinero<br />
r<strong>ec</strong>ogido por numerosos <strong>ec</strong>lesiásticos<br />
intermediarios llegó completo<br />
a donde debía llegar, y si<br />
cumplió con su noble cometido, ya<br />
que los caudales r<strong>ec</strong>audados fueron<br />
notables tanto para los prisioneros<br />
como para la entonces Venerable<br />
Mariana de Jesús, la que fue beatificada<br />
en 1853, y solo en 1950, Pío<br />
XII la elevó a los altares como<br />
Santa. Tampoco en el caso de<br />
nuestra consagrada quiteña se conocerá<br />
cuántas donaciones real a<br />
real fueron r<strong>ec</strong>ogidas por concepto<br />
de mandas fo rzosas, entregadas<br />
por infinidad de almas piadosas<br />
que tocaban las puertas de la eternidad.<br />
Además de esta práctica<br />
obligatoria para todo moribundo,<br />
este colaboraba con la noble causa<br />
y ganaba una intercesora poderosa<br />
en el cielo, aunque también hubo<br />
seres como Miguel Almeida (1 ) ,<br />
quien apesadumbrado d<strong>ec</strong>laró: "Si<br />
acaso pudiera dar algo para las<br />
obras pías, se podrá dar medio<br />
real"; o el deseo de Josefa Sáenz<br />
de Viteri (20) que fue más allá en<br />
su obra social al ordenar: "Es mi<br />
voluntad que después de mis días<br />
se les de a siete pobres doncellas a<br />
cada una un folloncito y un rebocito<br />
de bayeta ordinaria".<br />
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