La razón sobre la fe - Publicatuslibros.com

perspectiva de los sufrimientos de los enemigos. La creencia formaba parte de lo que
ciertamente se entendió como una reacción nacional contra las condiciones de la propia
existencia, en las que aquellos judíos que osaban desafiar a los romanos eran considerados
abiertamente mártires y santos, cuya resurrección estaba asegurada y cuyos pecados estaban
completamente perdonados; aunque por otra parte algunos de ellos pudieran ser considerados
como descontentos o criminales comunes.
Los romanos estaban decididos a hacer cuanto estaba en su mano para romper la resistencia
judía, aunque no entendieron que las medidas de mano fuerte no harían más que fomentar más
y más los candidatos al martirio. Pero el resultado de los repetidos choques contra el
imperialismo romano y la religiosidad judía, fue la radicalización de ambos. Y a lo largo de los
años treinta y cuarenta del siglo I, durante una época de sequía especialmente grave, y de
grandes dificultades económicas, y en el breve reinado del nieto de Herodes el Grande, Agripa
(40-44 era cristiana), fue aumentando sin cesar el porcentaje de la población convencida de que
la era mesiánica estaba cerca y de que la justicia, expresada con la estricta observancia de la
Ley, y con la resistencia personal a los abusos de los enemigos, les aseguraría un puesto en el
mundo futuro.
Más en la vida religiosa judía del siglo I, hubo algo más que su fragmentación en incontables
sectas religiosas aisladas. Iba creciendo un sentimiento nacional compartido de resistencia,
aunque en ocasiones lo frenaran los egoísmos de los caudillos y las lealtades de grupos
localistas.
El estallido de la revuelta contra Roma, en el año 66 de nuestra era, pondría de manifiesto lo
extendida que estaba esa creencia, la evolución ideológica, entre el pueblo de Judea.
Tanto Juan el Bautista como JESÚS eran figuras religiosas y los instigadores de las masas.
Ellos enseñaron entre los desheredados, fueron reconocidos como santones, jeques, cadíes y
hombres santos. Formaban parte de un movimiento nacional clandestino, consagrado a la
estricta observancia de la Ley y al derrocamiento de Roma.
Se ha puesto mucho de relieve, en forma elocuente, las implicaciones revolucionarias de la
enseñanza de JESÚS, como una respuesta política, al menos parcial, a las tensiones clasistas y
al implacable imperialismo romano en Judea y Galilea durante el siglo I de nuestra era.
Todas las reconstrucciones de JESÚS se fundan en una literatura cristiana posterior, y en una
interpretación especulativa de la historia judía.
En el año 50 de nuestra era, se celebró en Jerusalem un decisivo concilio de los apóstoles,
convocado por Pedro. En él se trató si los gentiles convertidos a la fe del Mesías tenían que
someterse a la circuncisión y a la estricta observancia de la Ley judaica. En este concilio, Pablo
recalcó el carácter central de la fe en Cristo, Santiago insistía en la necesidad de que todos los
convertidos observasen los puntos básicos de la Ley de Moisés, relativos a la idolatría, la
fornicación y la impureza. La decisión final fue que se relevó a los paganos convertidos al
cristianismo de las observancias judaicas.
En el Nuevo Testamento existe una condena airada a quienes vuelven las espaldas al pacto:
“Porque el que guarda toda la Ley, pero quebranta un solo precepto, se hace reo de todos”.
La razón sobre la fe Joaquín Cózar Infante 42