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La razón sobre la fe - Publicatuslibros.com

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ALGUNOS TESTIMONIOS DE QUIENES CONOCIERON A JESÚS.<br />

MALAQUÍAS DE BABILONIA, ASTRÓNOMO.<br />

“Me pedís que os diga algo acerca de los mi<strong>la</strong>gros de JESÚS. Habréis de saber que, cada<br />

millón de años, el Sol, <strong>la</strong> Luna, esta Tierra y sus p<strong>la</strong>netas hermanos se reúnen en línea recta, y<br />

que juntos conversan un momento. Luego, se dispersan otra vez, y vuelven a esperar un millón<br />

de años para volver a dialogar. No hay mi<strong>la</strong>gros más allá de <strong>la</strong>s estaciones, pero vosotros y yo<br />

conocemos todas <strong>la</strong>s estaciones. ¿Y qué tendría de extraño que una estación se mani<strong>fe</strong>stara en<br />

<strong>la</strong> forma de un hombre?. En JESÚS, los elementos de nuestros cuerpos se unieron, según <strong>la</strong> ley.<br />

Todo lo que era intemporal antes de Él, se volvió temporal, en Él. Dicen que devolvió <strong>la</strong> vista<br />

al ciego, y que hizo andar al paralítico, y que expulsó a los demonios de los enajenados. Acaso<br />

<strong>la</strong> ceguera no sea sino un oscuro pensamiento que pueda vencerse con un pensamiento<br />

luminoso y ardiente. Acaso el miembro paralizado no sea sino una pereza que pueda anu<strong>la</strong>rse<br />

con energía. Y acaso los demonios, esos inquietos elementos de nuestras existencias, sean<br />

expulsados por ángeles de paz y serenidad. Dicen que hizo levantarse a los muertos, y volver a<br />

<strong>la</strong> vida. Sí me decís qué es <strong>la</strong> muerte, os diré qué es <strong>la</strong> vida.”<br />

UN FILÓSOFO.<br />

“Cuando Él estaba entre nosotros, nos miraba y miraba al mundo con ojos maravil<strong>la</strong>dos, porque<br />

sus ojos no estaban ve<strong>la</strong>dos con el velo de los años, y todo lo que Él veía era c<strong>la</strong>ro a <strong>la</strong> luz de su<br />

juventud. Aunque Él conocía <strong>la</strong> profundidad de <strong>la</strong> belleza, siempre se mostraba asombrado por<br />

su paz y su majestad; y ponía los pies en <strong>la</strong> Tierra <strong>com</strong>o el primer hombre había puesto antes, el<br />

primer día, el pie <strong>sobre</strong> <strong>la</strong> Tierra. Nosotros, los que tenemos los sentidos embotados, miramos a<br />

plena luz del día, y en realidad no miramos. Por más que agucemos nuestros oídos, en realidad<br />

no oímos; y extendemos <strong>la</strong>s manos, pero en realidad no tocamos nada. Y aunque se quemara<br />

todo el incienso de Arabia en nuestra presencia, seguiríamos nuestro camino , sin oler nada.”<br />

JOSÉ DE ARIMATEA, DIEZ AÑOS DESPUÉS.<br />

“Había dos ríos que corrían en el corazón del Nazareno: El río de su afinidad con DIOS, a<br />

quién Él l<strong>la</strong>maba Padre, y el río del éxtasis, que Él l<strong>la</strong>maba el Reino del más allá. Y en mi<br />

soledad yo pensaba en Él, y seguí estos dos ríos en su corazón. En <strong>la</strong>s riberas de uno de ellos<br />

encontré a mi propia alma; y a veces mi alma era una una mendiga y una vagabunda, y a veces<br />

era una princesa en su jardín. Luego, seguí el otro río que había en su corazón, y en mi camino<br />

encontré a un hombre al que habían golpeado, y al que le habían robado su oro, y ese hombre<br />

sonreía. Y más ade<strong>la</strong>nte vi al hombre que había robado al rico, y había lágrimas no vertidas en<br />

el rostro del <strong>la</strong>drón. Luego, oí el murmullo de estos dos ríos en mi propio pecho, y me<br />

regocijé.”<br />

“Cuando visité a JESÚS <strong>la</strong> víspera de que Poncio Pi<strong>la</strong>to y los ancianos les pusieran <strong>la</strong>s manos<br />

encima, hab<strong>la</strong>mos <strong>la</strong>rgo rato, y le hice muchas preguntas, y Él me <strong>la</strong>s contestó con<br />

benevolencia; y al salir, supe que Él era el Señor y el Amo de esta tierra nuestra. Hace ya<br />

mucho tiempo que el cedro cayó, pero su fragancia perdura, y por siempre estará buscando los<br />

cuatro confines de <strong>la</strong> Tierra.”<br />

<strong>La</strong> razón <strong>sobre</strong> <strong>la</strong> <strong>fe</strong> Joaquín Cózar Infante 51

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