La razón sobre la fe - Publicatuslibros.com
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GEORGUS DE BEIRUT.<br />
“Él dijo: En verdad os digo que en mi reino los extraños y los extranjeros no existen. Nuestra<br />
vida no es sino <strong>la</strong> vida de todos los hombres, que se nos da para que conozcamos a todos los<br />
hombres, y para que con ese conocimiento los amemos. Los actos de todos los hombres son<br />
nuestros actos, tanto los ocultos <strong>com</strong>o los manifiestos. Os re<strong>com</strong>iendo que no seáis un ego, sino<br />
muchos egos; el casa teniente y el sin hogar, el <strong>la</strong>brador y el gorrión que pica y recoge el grano<br />
antes de que sea semil<strong>la</strong> durmiendo en <strong>la</strong> tierra; el dador que da con gratitud, y el receptor, que<br />
recibe con orgullo y reconocimiento. <strong>La</strong> belleza del día no reside solo en lo que veis, sino en lo<br />
que otros hombres ven.”<br />
MARÍA MAGDALENA.<br />
“Su boca era <strong>com</strong>o el corazón de una granada, y <strong>la</strong> sombra de sus ojos era profunda. Y era<br />
amable, <strong>com</strong>o el hombre consciente de su propia fuerza. En sueños vi a los reyes de <strong>la</strong> Tierra<br />
atónitos en su presencia. Me gustaría hab<strong>la</strong>r de su rostro. Pero, ¿cómo?. Su rostro era <strong>com</strong>o una<br />
noche sin oscuridad, y <strong>com</strong>o un día sin el estruendo del día. Era un rostro triste y , al mismo<br />
tiempo, alegre. Y recuerdo muy bien que una vez alzó <strong>la</strong> mano hacia el cielo, y que sus dedos<br />
separados eran <strong>com</strong>o <strong>la</strong>s ramas de un olmo. Y también recuerdo cómo caminaba por <strong>la</strong> tarde.<br />
No caminaba; Él mismo era un camino <strong>sobre</strong> el camino; <strong>com</strong>o una nube <strong>sobre</strong> <strong>la</strong> tierra, que<br />
descendiera a refrescar <strong>la</strong> tierra.”<br />
JOTÁN DE NAZARET, A UN ROMANO.<br />
“Amigo mío, tú, <strong>com</strong>o todos los romanos, piensas en <strong>la</strong> vida, más que vivir<strong>la</strong>. Os interesa más<br />
gobernar grandes <strong>com</strong>arcas, que ser gobernados por el espíritu. Pre<strong>fe</strong>rís conquistar a razas<br />
enteras, y recibir maldiciones, a permanecer en Roma y recibir bendiciones, y ser <strong>fe</strong>liz. No<br />
pensáis más que en ejércitos marchando en pie de guerra, y en barcos <strong>la</strong>nzados al mar.<br />
Entonces, ¿cómo podríais entender a JESÚS de Nazaret, un hombre sencillo y solitario que<br />
vino sin ejércitos ni barcos, a fundar un reino en el corazón, y un imperio en los libres espacios<br />
del alma?, ¿cómo podríais entender a este hombre, que no era un guerrero, pero que vino con el<br />
poder del poderoso éter?.Él no era un dios; era un hombre <strong>com</strong>o nosotros; pero en Él <strong>la</strong> mirra<br />
de <strong>la</strong> tierra se elevó para tocar el incienso del cielo;y en sus pa<strong>la</strong>bras nuestro balbuceo abarcó el<br />
cuchicheo de lo oculto; y en su voz oímos un camino inescrutable. Sí; JESÚS era un hombre y<br />
no un dios, y en ello estriba nuestra maravil<strong>la</strong> y nuestro pasmo.”<br />
BARCA, MERCADER DE TIRO.<br />
“Creo que ni los romanos ni los judíos entendieron a JESÚS de Nazaret, y que ni siquiera sus<br />
discípulos, que ahora predican su nombre, lo entendieron. Los romanos lo mataron, y eso fue<br />
una <strong>fe</strong>lonía. Los galileos querían hacer de Él un dios, y eso es un error. JESÚS pertenecía al<br />
corazón de todos los hombres. He navegado por lo siete mares en mis barcos, y he tenido tratos<br />
<strong>com</strong>erciales con reyes, con príncipes, con pillos y con mercaderes en los mercados de muy<br />
distantes ciudades; pero nunca he visto a un hombre que entendiera tan bien a los mercaderes<br />
<strong>com</strong>o Él.” (a continuación nos narra <strong>la</strong> parábo<strong>la</strong> del mercader que tenía dos criados, y le dio a<br />
cada uno un dinero para que lo administraren en su ausencia, y al volver le pidió cuentas).” Al<br />
<strong>La</strong> razón <strong>sobre</strong> <strong>la</strong> <strong>fe</strong> Joaquín Cózar Infante 52