Orígenes y Evolución de la Universidad de Panamá

CONCLUSIONES
La Universidad de Panamá, desde su fundación, y tal
vez desde mucho antes como revela esta cronología,
jamás se divorció de la realidad social, política, socioeconómica
y cultural de la nación. Es entendible.
La republica en algo más de 100 años pasó de un
estado de indefensión y subdesarrollo extremo a lo
que es hoy, un ámbito de supervivencia todavía desigual
e injusto —según todos los indicadores— pero
siempre en vías de perfeccionamiento.
En 75 años de existencia la Universidad de Panamá
ha graduado a más docientos mil profesionales.
Ese recurso humano cambió la fisonomía del país,
creó riqueza, le dio sentido y dignidad a la nación.
Los conocimientos sustentados en una ética de compromiso
y sensibilidad social, dieron a este país la
oportunidad de entender el sufrimiento humano y la
importancia de la solidaridad.
Hubo retos antes. Habrá retos mañana. Los de hoy,
los que enfrenta esta generación, tienen mucho que
ver con la revisión y articulación de la estructura
curricular. La evaluación y transformación de las
carreras deben adecuarse a las exigencias del mundo,
sí, pero también a las necesidades íntimas de los
panameños. Esto significa que la universidad debe
entender el alcance de los modelos económicos, de
la visión que sobre el desarrollo tengan los diversos
protagonistas sociales, cualesquiera que ellos sean,
pero reservándose el derecho y la responsabilidad de
criticarlos porque, de acuerdo a la tradición universitaria,
los seres humanos no deben servir a la economía
sino, por el contrario, la economía debe servir a
los seres humanos.
Ningún estado puede estar por encima de los imponderables
de su cultura y de su historia. La Universidad
de Panamá como toda obra humana será tan
perfecta como las circunstancias lo permitan. Cada
generación puso, pone y pondrá de su parte para
convertirla en los bueyes que tiran de la carreta. La
construcción de una identidad y la lucha orquestada
por una compleja comunidad de intereses en función
de la supervivencia, lo que implicaba recuperar
aquellos recursos indispensables para la supervivencia
humana, como lo son el canal, o como lo es la
tierra productiva, o como lo es el conocimiento, o
como lo es la tecnología, o como lo son los procesos
industriales, o como lo son los recursos humanos, los
hombres y las mujeres que comparten un territorio
que se niega a ser colonia.
Es imposible imaginar la nación panameña sin la
Universidad de Panamá. Desde que fuera mera idea
en la mente de los ocupantes europeos, de los precursores
de la independencia y de los fundadores de la
república empezó a jugar papeles estelares.
Antes de 1935 pudo no haber universidad, pero había
universitarios, había espíritus universitarios, y
gracias a ese existir sin existencia, pudo proyectarse
en medio de dificultades, en ocasiones extremas, un
centro de estudios superiores dinámico y progresista.
La Universidad de Panamá creció con la república.
Pero la república también creció con la Universidad.
Allí, en sus aulas, se fraguó y fragua el pensamiento
vanguardista y también las vanguardias sociales, las
que hacen posible el desarrollo del conocimiento y el
perfeccionamiento constante de la nación panameña.
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