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italianos, flores de cementerio… Mientras tratamos de salir del<br />
dilema nos damos cuenta de que no es probable que las cosas<br />
se pongan más fáciles…<br />
¡Imaginen si en lugar de llevar algo quisiéramos llevar a alguien!<br />
Muchos ni se atreverían, otros pensarían que lo que<br />
corresponde a las reglas de la buena conducta es avisar a los<br />
anfitriones, pero si estamos en Turquía no necesitaríamos<br />
hacerlo. De hecho, en muchas regiones consideran normal y<br />
esperable que el invitado venga acompañado por quién quiera,<br />
y más extraño aún, ¡por cuántos quiera! En el otro extremo,<br />
de estar en Alemania deberíamos hablar previamente con los<br />
anfitriones pero no simplemente para avisarles sino para decirles<br />
lo buena y agradable que es la persona a la que queremos<br />
invitar y cómo consideramos que les caería de mil maravillas.<br />
Tal vez alguno piense prejuiciosamente que esto es parte de<br />
la “formalidad alemana” pero no parece ser así si tenemos en<br />
cuenta que, de trascurrir la comida en un restaurante, a pocos<br />
alemanes les resultaría extraño que un invitado fuera acompañado<br />
por su perro.<br />
Aun si tuvimos la suerte de no dudar al momento de llevar algo<br />
o a alguien eventualmente llegaríamos y tendríamos que saludar.<br />
En Argentina lo más común será saludar a los anfitriones<br />
con un beso, aun si no los conocemos demasiado, pero probablemente<br />
eso sea de dudosa educación en Estados Unidos o<br />
Inglaterra. Incluso en países cuyas costumbres consideramos<br />
más cercanas, como Italia, sería de mala educación que siendo<br />
jóvenes saludáramos con un beso a un hombre mayor, más<br />
aún si se trata de un profesor o un abogado. ¡Y ni hablar de los<br />
problemas que se nos pueden presentar al momento de saber<br />
cuántos besos corresponden dar! Tal vez optemos entonces<br />
por ir a lo seguro y dar la mano. Pero si estuviéramos en Japón<br />
darle la mano a alguien que conocemos poco sería un acto de<br />
mala educación ya que lo incomodaríamos entablando tal cercanía.<br />
De hecho, es probable que los invitados a una cena en<br />
Japón traten de buscarle parecidos al recién llegado con gente<br />
que todos los demás conozcan como una forma de sentirlo más<br />
cercano, un poco menos extraño. Por eso, tal vez nos reciban<br />
diciéndose entre sí “qué parecida que es a la tía” y comparándonos<br />
con gente que no conocemos pero ellos sí, cosa que para<br />
muchos de nosotros sería, si no de mala, al menos de dudosa<br />
educación.<br />
Supongamos que, de todos modos, logramos pasar dichas<br />
instancias con fuerza suficiente para intentar conversar con<br />
el resto de los presentes, aparecerá, como por generación espontánea,<br />
un nuevo problema: ¿a qué distancia deberíamos<br />
pararnos para hablarles? Nuevamente, podemos descartar<br />
rápidamente la existencia de una solución mágica ya que todo<br />
dependerá, una vez más, de dónde, quién y cómo. Si estamos<br />
en América Latina probablemente nos acerquemos para hablar<br />
con otro pero si hacemos eso con un estadounidense o un inglés<br />
no sólo nos considerará unos maleducados que “le tiramos<br />
nuestro aliento encima” si no que es muy probable que dé un<br />
paso hacia atrás tratando de recuperar la distancia perdida y<br />
seamos nosotros quienes pensemos que se trata de alguien<br />
antipático y maleducado.<br />
Otro problema será pasar a la zona del comedor y sentarnos a<br />
la mesa. Si nos encontramos en una comida formal, el bendito<br />
protocolo solucionará el problema indicándonos que todos<br />
debemos esperar a que la anfitriona (sí, de haber una mujer<br />
entre los anfitriones siempre deberá ser ella) nos invite a hacerlo.<br />
Eso sí, en tal caso mejor que ni se nos ocurra levantarnos<br />
durante la comida porque quedaríamos como unos verdaderos<br />
maleducados. Por suerte para aquellos de vejiga poco<br />
resistente, no todas las comidas son tan formales y puede que<br />
simplemente nos vayamos sentando a medida que lleguemos<br />
y podamos luego levantarnos a voluntad. Pero nada es tan<br />
sencillo como parece… ¿qué hacer cuando llegue alguien si ya<br />
estamos sentados?, ¿lo saludamos, esperamos que salude, nos<br />
paramos, nos quedamos? Para muchos de nosotros lo normal<br />
sería levantarnos para saludar al que llega pero en Japón, por<br />
ejemplo, eso sería de mala educación, incluso agresivo, y para<br />
mantener un perfil bajo y no ofender al recién llegado deberíamos<br />
quedarnos sentados esperando…<br />
Finalmente, cuando ya estemos sentados y la comida sobre la<br />
mesa podremos relajarnos y disfrutar del momento pero, ojo,<br />
no nos olvidemos de un pequeñísimo detalle: ¿quién empieza<br />
a comer? Imaginemos, por ejemplo, que una familia italiana<br />
invita a un joven chino a almorzar. Lo más probable es que, de<br />
no mediar algún tipo de aclaración, nadie empiece a comer y<br />
la situación se dilate perennemente. Los italianos esperarán<br />
que el joven chino, al ser el invitado, empiece, mientras que el<br />
joven no querrá parecer maleducado empezando antes que el<br />
comensal de más edad… otra vez, ¡perros y gatos!<br />
¿Y quién dijo que una vez que se empieza todo se vuelve más<br />
fácil? Pensemos en los ruidos mientras que comemos. A la<br />
mayoría de los argentinos nos parecerá de mala educación (y<br />
quizás en extremo irritante) que quienes comen con nosotros<br />
hagan ruido ¡y ni hablar de que alguien tenga el tupé de<br />
eructar! Sin embargo, en China lo que es considerado mala<br />
educación es no hacer ruido al tomar la sopa ya que indica que<br />
al invitado no le parece sabrosa. Además, por extraño que nos<br />
resulte, nadie considerará de mala educación que alguien eructe<br />
en lugares tan disimiles como China o Alemania.<br />
Para peor, una vez sorteadas tantas dificultades aún nos queda<br />
un problema, ¿cuándo y cómo dejar de comer? Quien sea invitado<br />
a comer en Italia tendrá a bien recordar que le ofrecerán<br />
varios platos y dejar previsoramente lugar para comer aquellos<br />
que faltan ya que, bajo ningún concepto, deberá rechazar un<br />
plato de comida. Es más, si no quiere quedar como un mal<br />
educado o hacer sentir mal al cocinero o cocinera será mejor<br />
que no deje nada en el plato. Pero cuidado si siente que no<br />
puede comer más ya que en países como China, no dejar nada<br />
en el plato indica que aún se tiene hambre y es una invitación a<br />
que le sigan sirviendo…<br />
Cuando uno, entonces, piensa todos los malentendidos que se<br />
producen en torno a un evento tan universal como comer no<br />
puede evitar pensar cuántas veces quedó como un maleducado<br />
o acusó de maleducado a alguien que simplemente tenía otra<br />
costumbre, cuántas veces no fue más que un gato almorzando<br />
con perros o un perro en una cena de gatos<br />
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